¿Qué le queda a Keruac después de andar tres años vagando sin rumbo por todo Estados Unidos con una persona tan particular como Neal Cassady? "En el camino" es, básicamente, un homenaje en vida a este personaje; una mera excusa para retratar los niveles de salvajismo mental sin límites a los que puede llegar por momento.
Cassady, un vagabundo especialista en robar autos que estuvo preso y que fue un típico "niño viejo" de la gran depresión, pero que tenía una curiosidad inexplicable por el mundo intelectualoide de los universitarios estadounidenses más relacionados con la filosofía continental; esto quiere decir, ávidas lecturas del Nietzsche más descarnado y nihilista, una obsesión por volver artístico al pensamiento intelectual y por último un inclaudicable ímpetu por ir a contramano de una pacata sociedad estadounidense de posguerra; una intención denodada por ser contracultura.
Pero lo que tendría que haber sido un grupúsculo más de universitarios intelectualoides continentales tuvo la suerte (o desdicha) de encontrarse con el verdadero espíritu del pensamiento.
Vomitado por Dios y lanzado por azar en la localidad de Denver, desde que nació hasta que murió se dedicó a errar por la vida siguiendo tan solo sus desordenados pensamientos, a los que Kerouac busca inmortalizar en una novela que, tanto en prosa como en trama, hacen un triste intento por seguirle el ritmo, tanto en cuerpo como en mente. ¿Acaso es esquizofrenia? quizá sea el umbral necesario para poder tener rumbo rectilíneo, pero umbral al fin y al cabo; siempre a un instante de irse totalmente de la realidad, de perder totalmente la cabeza, de volverse una maraña de pensamientos desordenados.
Cassady (espíritu del pensamiento) tenía la capacidad inaudita de enloquecer de forma racional; de fluir frenéticamente, de alterar la realidad pero sin irse de esta. Un torbellino, y como todo torbellino, destruye todo a su paso pero siguiendo ciertos preceptos lógicos que le dan nombre y forma.
Al ritmo del jazz, al ritmo de marginales negros que no tienen nada que perder y por ende nada que respetar, abrió camino hacia una nueva época, siempre a los golpes, siempre esquivando cualquier tipo de precepto y clasificación posible.
Pretenciosos teóricos franceses trataron luego de teorizar "la esquizofrenia" como forma de entender el advenimiento de un período posmoderno en el cuál ya no hay forma de encauzar un flujo que no tiene conciencia de sí mismo y que por lo tanto no pude ser dirigido. ¿Como dirigir algo que no va hacia ningún lado?. La modernidad trata de los cuerpos. Cuerpos que se dirigen desde A hacia B y que, a través de forzada teoría de sistema cerrado, pueden ser modelados a gusto y programados casi a gusto. Con dicho modelo, la contingencia se redujo al mínimo, con errores mínimos como podrían serlo las revueltas obreras que adornaron gran parte del siglo XIX y parte del XX. Pero el precepto moderno de modelar cuerpos que luego pueden ser programados y dirigidos se fue despedazando al calor de aquella ventana que el liberalismo le deja al individuo: aquella que le permite la libertad de crear el estilo de vida que le parezca; libertad de esfera privada más libertad de libre conciencia.
Combo letal para la modernidad en términos teórico-políticos. La ventana liberal estaba abierta esperando a que aparezca alguien que la salte, que la destruya y que directamente se cague en ella de forma total, deformandola, cortandola a la mitad y luego rompiendo los vidrios para dejar un pedazo de pared rota totalmente irreconocible.
Y es ahí donde irrumpe intempestivamente Neal Cassady, inaugurando el ser posmoderno, totalmente impredecible y que jamás sabe hacia dónde está yendo, solamente deja fluir pensamiento y cuerpo. Neal por lo menos tenía la valentía de aferrarse a ese estilo y llevarlo hasta el extremo, siendo sus herederos tristes aspirantes que piensan como él y fluyen como él, pero al mismo tiempo no abandonan el corporeísmo moderno. Esto trae consecuencias psicológicas y corporales (espíritu: pensmaiento-cuerpo) fulminantes en muchos casos (Para más información leer la primera parte de "La fábrica de infelicidad de Bifo Berardi, 2000).
No es exagerado nombrar a este espíritu frenético como el verdadero gérmen de la época que estamos viviendo. De su vida y obra luego surge gran parte de la contra cultura que va a dar lugar a la filosofía de vida Boomer. Los boomers están gobernando el mundo actualmente y son la generación que le dio forma a este período que vivimos desde los más tiernos años 80. Cada uno va a saber si darle las gracias o maldecirlo y conjurarlo como el anticristo.
Sigue vigente en esta serie de apuntes la disyuntiva de si entregarse a la prosa espontánea Cassadiana (imitada infielmente por Kerouac) y hacer proliferar una infértil tradición ensayística o si detenerse y ocuparse seriamente del nuevo problema del método, planteado por el Cassady bastardo, Nick land.
Recuperando el inconveniente, Land luego de querer ocupar el trono de espíritu-pensamiento-anticristo dejado vacante desde la muerte de nuestro héroe en 1968, entra en estado lisérgico de locura al forzar al pensamiento en vez de esforzarse por dejarlo explotar en frenesí. Luego de rehabilitarse y encontrarse con años perdidos y excremento tanto literario como teórico-filosófico, concluye en que "el problema es el método". El desenfrenado incentivo a flujos de pensamiento al que nos invita el período posmoderno (siempre en términos gnoseológicos, es decir, en términos de acceso al conocimiento, que es algo que está implícito en esta serie de ensayos desordenados) lleva al callejón sin salida o ERROR DE LAND: EN FILOSOFÍA, SI SE DESCOMPONE EL ORDEN NATURAL VIGENTE LO QUE HAY ES SIMPLES CADENAS DE PENSAMIENTO
Las cadenas de pensamiento son sucesiones de, justamente, pensamientos pero que son agrupados con criterio difuso. No llevan a ningún lado. Atrás de esa insistencia de liberar los flujos no hay más que mero flujo. ¿Hacia donde estás yendo? Hacia ningún lado. Sólo se que tengo que moverme para no morir y para sentirme vivo. Pero entonces es cuando te das cuenta de que en tu cabalgata está el obstáculo del tiempo, que se va segundo a segundo, minuto a minuto. Un día tu espíritu se va, y lo único que hiciste o que te convencieron de hacer es un mero fluir hacia ningún lado. Neal Cassady por lo menos lo llevó hasta el extremo y fue un espíritu que fluyó con el sudor de la autenticidad y de la convicción. Actualmente, ni siquiera eso se puede encontrar en la generalidad. El flujo es tímido y tiene temor de ser lo que es: ¡flujo!. Hora de ser cuerpo, hora de transmutar de vuelta hacia el cuerpo, o mejor aún, hacia una síntesis de flujo posmoderno y cuerpo moderno.
De flujo a cuerpo: Este principio de transmutación quiere representar que, en está década del 20 del siglo XXI hay una latente sensación de que se debe abandonar la indeterminación representada por Cassady de forma espiritual y por los posestructuralistas en el ámbito teórico filosófico. Porque (error de Land) hace que las mejores mentes de una generación se desintegren en cadenas de pensamiento infinitas. Esto puede llevar a la locura, o peor aún, a pérdidas de tiempo hechas obras que no tienen ningún tipo de uso práctico. No existe gran obra sin uso práctico.
La teoría no es terreno de literatura. La teoría está para usarse. La herramienta está para ser útil. El flujo debe cobrar conciencia de sí mismo. Debe volverse herramienta para pensar herramientas que generen los nuevos cuerpos. De esta forma, vamos a poder conjurar y enterrar al espíritu que nos trajo hasta acá para darle advenimiento a un nuevo mesías.
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