jueves, 9 de octubre de 2025

EL COMIENZO DEL FIN (Parte 1): El Fin De La Historia

El siglo XXI empezó oficialmente en el año 2020. Aquellos que sigan las nociones lineales del calendario están equivocados: a la Historia no le interesan las fechas ni los años; ella se escribe y divide en procesos y tendencias que nunca están en control de una civilización, mucho menos de una sociedad y muchísimo menos de insignificantes grupos con delirios mesiánicos. La Historia es una fuerza que va a una velocidad sobrehumana y que no deja más que polvos fósiles que los historiadores tienen que recolectar para darle algún tipo de forma lógica. Como si no fuese ya mucha dificultad para nosotros esta naturaleza, encima tenemos que sumarle que la velocidad de la Historia es directamente proporcional a la velocidad en la que como humanidad logremos hacer circular la información de un lado a otro; entonces podemos afirmar que la Historia se acelera cada vez más siglo a siglo, década a década, debido a como logramos hacer avanzar las tecnologías de difusión y creación de información. ¿A que se debe esta rareza? simplemente a que mientras más producimos y más consumimos (información), más intervenimos sobre la realidad humana de forma material o simbólica, y mientras más humanos se suman a esta dinámica, más producción y más consumo; y así de forma exponencial hasta llegar a cuellos de botella de lo más retorcidos y complejos que modifican la realidad y por lo tanto la Historia. Y a eso estamos yendo a una velocidad infartarte. 

Como autor, leo el párrafo de arriba (que todavía tiene tinta digital fresca y recién escrita)y me da escalofríos los niveles de abstracción necesarios para poder llevar adelante el intento de entender la época actual. Parece ser que, si uno se adentra en esa selva, no puede remitir a cosas concretas, a cosas que se tocan y huelen, sino que tiene que entrar en una especie de universo donde no se puede remitir a palabras, sino a metáforas y combinaciones que terminan pareciendo salidas de un cuento ciberpunk. Pero no es ciberpunk ni es una experimentación literaria posmoderna y mal hecha, sino este mundo que compartimos en este momento. Quedan dos opciones: o nos esforzamos muy fuerte para bajar a tierra y cortar toda esa maleza que no nos deja ver ni entender nada; recortar hasta llegar a enunciados que remitan a algo entendible y muy concreto, o la peor de todas y la que se suele usar: suspiramos, resoplamos, nos quejamos de que la realidad es decadente y esquizofrénica, y nos conformamos con seguir reproduciendo todas las instituciones y prácticas que todavía le dan algo de forma a nuestro día a día. 

Ahora, ese resoplar y seguir algún día se vuelve insostenible. Cada vez se necesitan más inhalaciones y exhalaciones para mantener la mente en eje, se acumulan hasta que se vuelven hiperventilación y terminan en los famosos y cada vez más comunes ataques de ansiedad. Más que una mera anécdota, la pandemia de ataques de ansiedad es el síntoma definitivo de que llega un momento en el que la civilización occidental (y el mundo globalizado a la forma occidental) ya no puede seguir adelante como si nada y empieza lentamente a soltarle la mano a esos consensos mínimos que le dan estructura a cierta forma de sociabilizar. Parece ser que ese momento llegó con el cisne negro de 2020, con la pandemia, y desde entonces, siendo hoy septiembre de 2025, estamos en una espiral de desintegración de un orden anterior, que supo ser muy frágil y corto: El que el sociólogo Francis Fukuyama atinó llamar FIN DE LA HISTORIA. 

EL FIN DE LA HISTORIA: Suele ser un mote que se repite muchas veces de forma indiscriminada, pero tiene un trasfondo muy complejo. Es un concepto que engloba perfectamente el momento histórico que se dio en el mundo recientemente globalizado y occidentalizado de la década de los noventa. Abarca los años 1991 y 2020. Se da luego del debilitamiento definitivo y posterior caída de la Unión Soviética y culmina con la poderosa irrupción de la pandemia de COVID19. Los fundamentos que ordenan el mundo humano en este corto lapso de años fue toda una serie de nociones y consensos que se fueron desarrollando en occidente durante todo el siglo xx. Socialmente y culturalmente, se sostiene en un largo proceso que tiene su màxima expresión y ebullición en el Mayo Francés de 1968, con todo lo que ese acontecimiento implicó. En matería económica y política, se basa en el consenso de washington; un programa integral que tiene todas las coordenadas para instalar un orden económico neoliberal (con las profundas implicancias de ese concepto) y un orden político basado en una democracia representativa de alternancia. Finalmente, en materia sociológica y vagamente filosófica, lo que le dota de sentido al proceso es el llamado posmodernismo, que afirma que no hay ningun tipo de idea que tenga la potestad de poder sobreponerse a otra, por lo tanto, no hay legitimidad en ninguna imposición, sea ideal o material. Eso en la práctica genera una especie de ibuprofeno para los conflictos y da vía libre a que todo pueda ser válido, no del todo, pero sí por lo menos lo suficientemente aceptado para que no se vuelva un deshecho que poco a poco vaya erosionando la legitimidad del orden. Por ejemplo: Antes de la conformación de este orden, supo haber en Estados Unidos un grupo llamado Panteras negras: marxistas-leninistas negros que se armaron para luchar en contra de los abusos de autoridad policiales, y que, con el correr de los años se volvieron un problema de seguridad para el país norteamericano. Ese movimiento surge no tanto por la ideología o por una especie de emancipación, sino que tiene su origen en una exclusión de todas las esferas de la existencia a un grupo determinado. Cuando un grupo es totalmente dejado afuera y tomado como inexistente, las consecuencias son radicales. Pero el posmodernismo resultó ser el antídoto perfecto a este problema: todas las existencias son simbólicamente válidas y pueden simbólicamente existir y darse entidad a sí mismas. En la práctica, da la sensación de inclusión y de que se puede ir mitigando cualquier tipo de otredad a lo largo del tiempo. Pero, como ya sabemos, la historia nunca se va a detener y en el medio  va dejando siempre polvos, por lo que la utopía del posmodernismo es no más que una ilusión que solamente es útil para planchar el conflicto por un tiempo determinado. 

Estas tres bases trabajan, se coordinan y se retroalimentan para que el Fin de la Historia se desenvuelva a lo largo de todo el mundo recientemente globalizado. Son las tres patas que sostuvieron esa mesa durante estos últimos 30 años, en un perfecto contrapeso simétrico que logra que todo se mantenga en eje, estable. Ahora, las tres patas tienen un único fin supremo, el fin último del orden y al mismo tiempo aquello que lo hace viable y posible: la estandarización. Detrás de la idea de "fin de la historia" lo que hay es un afán por crear un mundo con insumos lo más predecibles posible, y por lo tanto, lo más fáciles de manejar posibles. Es así como el consenso de Washington tiene como objetivo final exportar a todos los países del planeta una fórmula económica y un programa político estandarizados, tal cual la producción de una fábrica. Vemos todo el tiempo cómo las instituciones planetarias como el FMI o el Banco mundial se dedican principalmente a vigilar la pureza de la receta, de ver que todos los países sigan la fórmula a rajatabla, que cualquier desviación que haya, sea corregida inmediatamente, que la producción fabril de este programa no tenga ningún tipo de falla de serie. Argentina es el ejemplo paradigmático de un país que se resiste a acatar esta fórmula económica estandarizada, siendo continuamente "domesticado" a la fuerza. La cultura también se estandariza porque es continuamente sometida a los procesos inherentes al consumismo incentivado por el programa económico neoliberal, y por último y más importante, los individuos mismos se estandarizan en tanto y cuánto se autoperciban individuos (eje cultural),  ciudadanos (eje político) y consumidores (eje económico), en ese orden. Todo entonces está bajo control, todos los comportamientos pueden ser predecibles, toda amenaza se desactiva antes de empezar; ya no hay margen, ya no hay verdadero afuera, ni verdadera alternatividad hacia el orden. Ya no hay desierto al que ir a desertar del estado de cosas. Una lógica que parece plagiada de aquella que aplicaron los señores cuando empezaron a pensar en los enclousures británicos: un territorio que antes funcionaba de una forma, y que se cerca, se apropia, y comienza a funcionar de una forma totalmente distinta a la anterior. Una forma más controlada, más formulada. Cada vez la lógica del enclousure toma más y más territorios, y la idea-fuerza es que, a grandes rasgos, todo el universo conocido funcione bajo el mismo orden; que este se imponga cual ley natural, no dejando territorio virgen de contenido alternativo. El detalle increíble (incluso de una belleza simétrica y perversa) es cómo los tres ejes están constituidos de forma tal que, si uno falla, el otro sale a asistirlo para que el equilibrio no se rompa, para que el cercamiento se mantenga, para que la estandarización se concrete. Imaginemos a un insumo que nace en el año 1992, por poner un ejemplo. Si quiere rechazar fervientemente el orden económico neoliberal, se va a ver obligado a correrse del mercado en términos capitalistas. ¿Qué le quedaría como alternativa? ¿volver al auto cultivo y a proveerse de sus propios objetos? ¿junto a qué tejido social o grupo humano podría hacerlo? nadie puede solo. Sigamos la abstracción y hagamos de cuenta que logra este cometido. Este individuo imaginario salta, con muchísimo esfuerzo de su parte, el cerco económico. Ahora él y su grupo humano tiene que consolidar un territorio en el cuál desarrollar su embrionario orden alternativo. ¿Qué territorio está fuera de ley actualmente? ¡Si prácticamente todo el territorio conocido tiene la forma de estado-nación! Solamente podemos llegar a pensar en algunos territorios africanos en los que los fundamentos están tan difusos que hay una virtual anarquía, pero están fuera de occidente por el momento, por lo que son incompatibles. Conformémonos entonces con mucho menos, bajemos las pretensiones y pensemos quizá en algún territorio inóspito en las afueras de alguna provincia olvidada por dios (y el estado) en la cual poder llegar a conformar algún orden particular a muy baja escala; una aldea, una comuna, o algo así. ¿Va a poder ese grupo deshacerse desde un primer momento de aquellas nociones liberales y posmodernas que pareciera tenemos incrustadas en nuestro ADN? ¿van a poder dejar de pensarse como individuos con criterio propio, gustos propios y, a veces incluso, caprichos propios? ¿van a poder deshacerse de aquella fiebre hedonista contra la que todos combatimos día a día? ¿podrían ellos mutar hacia otro tipo de forma de existir? ¿o ya estaríamos metiendo a este pobre grupo en una pretensión, en una laboratorio perverso en el cuál los dejaríamos destruidos, sin nada y probablemente mucho más miserables de lo que estaban antes de dar el salto al vacío? La respuesta probable es un rotundo sí. Y encima en todo este hipotético ya abandonamos la gran escala, y estamos pensando en una escala minúscula de pocas personas. Si lo pensamos con un crudo pragmatismo, es una estupidez y pareciera ser que la única forma de salir parcialmente del orden es a través de la creación de sectas que operen en territorios olvidados, como el paradigmático ejemplo de Jonestown. 

En todo caso, el orden del fin de la Historia tiene muy bien pensados sus principios de reproducción (ver Luis Althusser y Antonio Gramsci) y eso le da una sensación de perpetuidad y de indestructibilidad que supo aplastar y rendir a sus pies a una cantidad ingente de personas (Ver el trágico caso de Nick Land, tratado en esta misma serie de ensayos) 



lunes, 8 de abril de 2024

El espíritu del pensamiento

¿Qué le queda a Keruac después de andar tres años vagando sin rumbo por todo Estados Unidos con una persona tan particular como Neal Cassady? "En el camino" es, básicamente, un homenaje en vida a este personaje; una mera excusa para retratar los niveles de salvajismo mental sin límites a los que puede llegar por momento. 

Cassady, un vagabundo especialista en robar autos que estuvo preso y que fue un típico "niño viejo" de la gran depresión, pero que tenía una curiosidad inexplicable por el mundo intelectualoide de los universitarios estadounidenses más relacionados con la filosofía continental; esto quiere decir, ávidas lecturas del Nietzsche más descarnado y nihilista, una obsesión por volver artístico al pensamiento intelectual y por último un inclaudicable ímpetu por ir a contramano de una pacata sociedad estadounidense de posguerra; una intención denodada por ser contracultura. 

Pero lo que tendría que haber sido un grupúsculo más de universitarios intelectualoides continentales tuvo la suerte (o desdicha) de encontrarse con el verdadero espíritu del pensamiento. 

Vomitado por Dios y lanzado por azar en la localidad de Denver, desde que nació hasta que murió se dedicó a errar por la vida siguiendo tan solo sus desordenados pensamientos, a los que Kerouac busca inmortalizar en una novela que, tanto en prosa como en trama, hacen un triste intento por seguirle el ritmo, tanto en cuerpo como en mente. ¿Acaso es esquizofrenia? quizá sea el umbral necesario para poder tener rumbo rectilíneo, pero umbral al fin y al cabo; siempre a un instante de irse totalmente de la realidad, de perder totalmente la cabeza, de volverse una maraña de pensamientos desordenados. 

Cassady (espíritu del pensamiento) tenía la capacidad inaudita de enloquecer de forma racional; de fluir frenéticamente, de alterar la realidad pero sin irse de esta. Un torbellino, y como todo torbellino, destruye todo a su paso pero siguiendo ciertos preceptos lógicos que le dan nombre y forma. 

Al ritmo del jazz, al ritmo de marginales negros que no tienen nada que perder y por ende nada que respetar, abrió camino hacia una nueva época, siempre a los golpes, siempre esquivando cualquier tipo de precepto y clasificación posible. 

Pretenciosos teóricos franceses trataron luego de teorizar "la esquizofrenia" como forma de entender el advenimiento de un período posmoderno en el cuál ya no hay forma de encauzar un flujo que no tiene conciencia de sí mismo y que por lo tanto no pude ser dirigido. ¿Como dirigir algo que no va hacia ningún lado?. La modernidad trata de los cuerpos. Cuerpos que se dirigen desde A hacia B y que, a través de forzada teoría de sistema cerrado, pueden ser modelados a gusto y programados casi a gusto. Con dicho modelo, la contingencia se redujo al mínimo, con errores mínimos como podrían serlo las revueltas obreras que adornaron gran parte del siglo XIX y parte del XX. Pero el precepto moderno de modelar cuerpos que luego pueden ser programados y dirigidos se fue despedazando al calor de aquella ventana que el liberalismo le deja al individuo: aquella que le permite la libertad de crear el estilo de vida que le parezca; libertad de esfera privada más libertad de libre conciencia. 

Combo letal para la modernidad en términos teórico-políticos. La ventana liberal estaba abierta esperando a que aparezca alguien que la salte, que la destruya y que directamente se cague en ella de forma total, deformandola, cortandola a la mitad y luego rompiendo los vidrios para dejar  un pedazo de pared rota totalmente irreconocible.

Y es ahí donde irrumpe intempestivamente Neal Cassady, inaugurando el ser posmoderno, totalmente impredecible y que jamás sabe hacia dónde está yendo, solamente deja fluir pensamiento y cuerpo. Neal por lo menos tenía la valentía de aferrarse a ese estilo y llevarlo hasta el extremo, siendo sus herederos tristes aspirantes que piensan como él y fluyen como él, pero al mismo tiempo no abandonan el corporeísmo moderno. Esto trae consecuencias psicológicas y corporales (espíritu: pensmaiento-cuerpo) fulminantes en muchos casos (Para más información leer la primera parte de "La fábrica de infelicidad de Bifo Berardi, 2000). 

No es exagerado nombrar a este espíritu frenético como el verdadero gérmen de la época que estamos viviendo. De su vida y obra luego surge gran parte de la contra cultura que va a dar lugar a la filosofía de vida Boomer. Los boomers están gobernando el mundo actualmente y son la generación que le dio forma a este período que vivimos desde los más tiernos años 80. Cada uno va a saber si darle las gracias o maldecirlo y conjurarlo como el anticristo. 

Sigue vigente en esta serie de apuntes la disyuntiva de si entregarse a la prosa espontánea Cassadiana (imitada infielmente por Kerouac) y hacer proliferar una infértil tradición ensayística o si detenerse y ocuparse seriamente del nuevo problema del método, planteado por el Cassady bastardo, Nick land. 

Recuperando el inconveniente, Land luego de querer ocupar el trono de espíritu-pensamiento-anticristo dejado vacante desde la muerte de nuestro héroe en 1968, entra en estado lisérgico de locura al forzar al pensamiento en vez de esforzarse por dejarlo explotar en frenesí. Luego de rehabilitarse y encontrarse con años perdidos y excremento tanto literario como teórico-filosófico, concluye en que "el problema es el método". El desenfrenado incentivo a flujos de pensamiento al que nos invita el período posmoderno (siempre en términos gnoseológicos, es decir, en términos de acceso al conocimiento, que es algo que está implícito en esta serie de ensayos desordenados) lleva al callejón sin salida o ERROR DE LAND: EN FILOSOFÍA, SI SE DESCOMPONE EL ORDEN NATURAL VIGENTE LO QUE HAY ES SIMPLES CADENAS DE PENSAMIENTO

Las cadenas de pensamiento son sucesiones de, justamente, pensamientos pero que son agrupados con criterio difuso. No llevan a ningún lado. Atrás de esa insistencia de liberar los flujos no hay más que mero flujo. ¿Hacia donde estás yendo? Hacia ningún lado. Sólo se que tengo que moverme para no morir y para sentirme vivo. Pero entonces es cuando te das cuenta de que en tu cabalgata está el obstáculo del tiempo, que se va segundo a segundo, minuto a minuto. Un día tu espíritu se va, y lo único que hiciste o que te convencieron de hacer es un mero fluir hacia ningún lado. Neal Cassady por lo menos lo llevó hasta el extremo y fue un espíritu que fluyó con el sudor de la autenticidad y de la convicción. Actualmente, ni siquiera eso se puede encontrar en la generalidad. El flujo es tímido y tiene temor de ser lo que es: ¡flujo!. Hora de ser cuerpo, hora de transmutar de vuelta hacia el cuerpo, o mejor aún, hacia una síntesis de flujo posmoderno y cuerpo moderno. 

De flujo a cuerpo: Este principio de transmutación quiere representar que, en está década del 20 del siglo XXI hay una latente sensación de que se debe abandonar la indeterminación representada por Cassady de forma espiritual y por los posestructuralistas en el ámbito teórico filosófico. Porque (error de Land) hace que las mejores mentes de una generación se desintegren en cadenas de pensamiento infinitas. Esto puede llevar a la locura, o peor aún, a pérdidas de tiempo hechas obras que no tienen ningún tipo de uso práctico. No existe gran obra sin uso práctico. 

La teoría no es terreno de literatura. La teoría está para usarse. La herramienta está para ser útil. El flujo debe cobrar conciencia de sí mismo. Debe volverse herramienta para pensar herramientas que generen los nuevos cuerpos. De esta forma, vamos a poder conjurar y enterrar al espíritu que nos trajo hasta acá para darle advenimiento a un nuevo mesías. 

martes, 23 de enero de 2024

Miseria de los intelectuales. La desesperada búsqueda del "hombre nuevo" y el agotamiento del pensamiento de izquierda

INTELECTUALISMO DE IZQUIERDA

Un intelectual lo primero que debe hacer es descartar la actitud de personas como Theodor Adorno. 
Aquel marxista judío que huyó de la Alemania nazi por razones evidentes y que no tuvo más opción que aterrizar en la Hollywood de los años cuarenta es el fiel reflejo de lo que alguien que tiene el capricho de analizar la realidad de forma incisiva NO DEBE SER JAMÁS, por lo menos en este complejo siglo XXI que atravesamos y q: 

Como buen viejo topo de primera mitad del siglo XX, esperaba pacientemente en una trinchera con forma de pozo que las condiciones para la revolución proletaria aflorasen, y ahí poder aparecer ansioso en la superficie a sumarse al nuevo y soñado mundo. Fue mucha su desesperación cuando halló en su nuevo hogar (Hollywood) a la típica cultura de masas estadounidense asentando a fuego las bases del capitalismo liberal en las mentes de todo occidente. Efectivamente, día a día estaban tapando el techo de su trinchera para dejarlo tanto a él como a sus compañeros para siempre bajo tierra, con riesgo de ya no poder volver a ver la luz nunca más. Los sueños de una revolución emancipatoria se hundían más y más mientras la cultura de masas se desarrollaba y sofisticaba a una velocidad exponencial. 

¿Qué haría usted si estuviese en la posición de Adorno, es decir, si viese en tiempo real que lo están enterrando bajo tierra estando aún vivo? Tiene tan solo dos opciones: Entender la lógica de por qué lo están enterrando, es decir, por qué es que no tiene la razón o reaccionar y decir (eso si, con palabras cultas y complejas de tanto haber leído filosofía) que los que están tapándolo son unos estúpidos con el cerebro atrofiado por lo mainstream. 

Adorno tomó el segundo camino, e hizo monumentales esfuerzos junto con su ladero Max Horkheimer para explicar por qué las masas están equivocadas y son sistemáticamente idiotizadas por la cultura de masas. No importa a qué conclusión llegan, lo que importa verdaderamente es la operación que hacen, que se puede resumir en lo siguiente: Como las masas no hacen lo que nosotros queremos, las masas son idiotas y están equivocadas. Eso es lo único que queda atrás de todo un empapelado barroco y teórico, con una sofisticada redacción al estilo alemán y muchas alegorías. Pero el mensaje es uno solo y termina quedando bien claro. 

¿Es acaso esto lo que hace un intelectual? ¿Decirnos que somos estúpidos por no seguir ciertos parámetros de calidad de pensamiento? ¿Quién coloca esos parámetros? ¿Acaso la gente de a pie es un árbol de Andry que debe ser domesticado? 
Árbol de Andry. El árbol somos nosotros y el palo son los intelectuales.  




Esta actitud se reprodujo sin cesar desde la segunda mitad del siglo XX. Un tipo de paradigma intelectual que es marcadamente de izquierda, siendo la izquierda la orientación filosófica que, tal como indicaba Marx "No quiere estudiar el mundo, sino transformarlo". "Izquierda" es la forma que aún conservamos de identificar este tipo de pensamientos político-filosóficos. Si hay un orden natural (la realidad, lo que ya está dado en el presente en el que se piensa) que no nos parece satisfactorio, un impulso de izquierda lo que va a hacer es querer "corregir" aquello que es indeseable. El intelectualismo de izquierda se rehúsa a trabajar con los insumos que la realidad le presta; se niega rotundamente a pensar teniendo en cuenta las cosas tal y como son, tal como están dadas. En cambio, puede darse la libertad de crear desde cero cualquier tipo de sistema cerrado que se adecúe a sus pretensiones. 

HOMBRE ACTUAL Y DOCTRINA DEL HOMBRE NUEVO

Esta forma de construir no es innata del siglo XX, cabe aclarar. Es una herencia de larga data, pero que tiene su punto cúlmine hacia fines del siglo XVIII, con el auge de la ilustración. Todos aquellos que contribuyeron en la creación de todo el cuerpo teórico que derivó en la revolución francesa (1789) y su posterior terror jacobino (1792-1794) fueron intelectuales marcadamente de izquierda. El ejemplo más acabado de esta forma de concebir -manipular- la realidad es el sistema cerrado que crea Jean Jacques Rousseau a lo largo de sus obras. Rousseau consideraba que la realidad que él estaba habitando era indeseable por una gran cantidad de motivos que no tiene mucho sentido detallar acá (para más esclarecimiento, simplemente, tomarse el trabajo de leer la obra del autor). Entonces resolvió creando todo un sistema a gusto y piacere en el cuál la gente hace lo que él pretende que hagan, como si fuesen una especie de legos. Si uno lee a Rousseau, la solución a un estado de cosas lamentable es tan sencilla como crear todo un sistema desde cero y persuadir a la gente para que ejecute a rajatabla tal sistema. Sin ser ingenuo, se topa con el inconveniente de que las personas no son esa famosa tabula rasa y tienen tras de sí toda una joroba de cultura, tradiciones e instituciones que condicionan bastante la imposición de un orden radicalmente diferente. Rousseau resuelve fácilmente: la solución es la pedagogía. Se debe educar desde cero a los niños, desde su nacimiento hasta bien entrada la niñez. De esta forma vamos a poder crear "hombres nuevos" que se amolden al orden deseado. Toda esta concepción de la pedagogía se encuentra comprimida en su obra "Emilio". 
La doctrina de crear un "hombre nuevo" que tiene su punto cúlmine en Rousseau no queda en el mero plano teórico, sino que, si es adoptada por actores que están dispuestos a plasmar en la realidad lo dicho en los libros puede terminar en grandes tragedias. El terror jacobino es el ejemplo más nítido de cómo terminan estas experiencias. Una vez en el poder, el grupo revolucionario busca establecer las bases para la nueva sociedad; se topa con un indeseable "hombre actual" que rehúye con todas sus fuerzas de las directrices que lo van a llevar hacia un nuevo orden. El hombre actual se aferra como puede a su orden natural, a aquel orden que le da estabilidad y que le permite darle sentido a su mundo. Los revolucionarios, al no encontrarse con personas maleables, con los legos que imaginaban, terminan tarde o temprano recurriendo a la violencia y a purgas sistemáticas con la esperanza de un día quedarse con los insumos útiles y de haber exterminado de una vez y para siempre a insumos incompatibles con un nuevo sistema. 

El hombre nuevo es una mera construcción teórica que surge de adoptar una postura intelectual de izquierda. Si uno no quiere "estudiar el mundo, sino transformarlo", a la hora de transformarlo se va a topar con una maraña de actualidades reproducidas por hombres actuales. La única forma de que construcciones teóricas de este tipo no se derrumben es moldeando el hombre que necesitemos. Los actores que quieren plasmar el sistema o (en el peor de los casos) teoría del autor se van a topar con la mismísima realidad que les rechaza. Robbespierre, Lenin, Stalin, Mao y algunos otros más siguen esta línea de razonamiento, que se extiende entre los siglos XVIII y primera mitad del XX. Los resultados están escritos con sangre en los libros de historia.

Luego de la segunda guerra mundial ingresamos de forma definitiva a la etapa posmoderna del pensamiento, en la cuál se nos es imposible (por el momento) pensar en sistemas totalizantes que puedan por sí mismos darles sentido al estado de cosas. Las ciencias humanas se desgajan dramáticamente hasta quedar múltiples disciplinas esparcidas por todos lados, ninguna llegando a tener una relevancia suficiente para darle un marco teórico básico a una realidad que cada día es más distante a la de los pioneros de los siglos modernos (XVII, XVIII, XIX). La filosofía así deriva tristemente en sociología (sólo se puede estudiar a lo social, a lo totalmente humano) y en una nutrida tradición ensayística que trae varios problemas. Esta tendencia hizo que el intelectualismo de izquierda también adopte una tradición netamente crítica y ensayística, abandonando de forma casi definitiva el afán por transformar la realidad, no por falta de deseo, sino por no tener ya la posibilidad de crear sistemas cerrados desde cero. Adorno es, considero, el ejemplo definitorio de este intelectualismo de izquierda posmoderno: meros juicios críticos y analíticos que describen cierto aspecto de la sociedad, pero que no logran sumar algún tipo de conocimiento agregado. 

¿Cuánto más? La esfera izquierda del pensamiento está en la actualidad totalmente impotente para resolver el gran problema del siglo XXI: ¿Cómo creamos herramientas intelectuales efectivas para analizar una realidad tan compleja y contingente que pareciera escaparse de nuestra milenaria cognición? La crítica parece quedarse corta, siendo una herramienta que sirve para llegar a un punto específico, pero que llegado a un punto no logra crear nuevos puntos. 
Una postura intelectual más relacionada a la derecha se muestra más útil y no casualmente empieza a estar en auge desde la pandemia de 2020 (habría que considerar que el siglo XXI empezó en la década de los 20s). Ya no transformar la realidad, sino volver a estudiarla para crear herramientas. Entender que la realidad está compuesta de un orden "natural" que es la mera actualidad. Comprender que hay una realidad actual con hombres actuales, que tienen toda una forma de ejecutar que no puede ser extirpada, sino complementada en todo caso. Sintéticamente, entender que se llegó a un límite y que se retrocedieron muchos casilleros en lo que respecta al pensamiento. Simplemente, empezar de nuevo y retomar la curiosidad y la sorpresa que tan solo los niños tienen.
El viejo topo va a seguir enterrado en su madriguera subterránea mientras la serpiente se ríe de los desnudos que estamos, devorando todo a su paso sin resistencia alguna. 



viernes, 5 de enero de 2024

A callarse: La lección que nos deja Nick Land

 Este texto busca ser una descarada experimentación; una forma de perder la cabeza. Nick Land quiso hacer lo mismo, pero él cometió el gran error de incluir a las drogas en su fórmula. ¿Qué tienen ellas para ofrecerle a la actividad intelectual? Una absoluta nada. ¿Se puede tomar el argumento de que los antiguos griegos llegaban a sus refinadas y complejas conclusiones después de consumir litros de vino en interminables banquetes, o, quién sabe, consumir algún tipo de alucinógeno natural de forma involuntaria? ¿Se puede decir que Jesucristo no hizo más que ayunar en medio del desierto para llegar al límite mental de tener un sentimiento oceánico? Parece ser que siempre una mente creativa funciona mejor si es ayudada por algún químico exógeno. La única verdad es que las sustancias son un atajo que termina siendo totalmente inútil a la hora de producir teoría, partiendo de la base de que la misma sí o sí debe estar respaldada por la realidad material. 

Nick Land es un ejemplo vivo, una muestra consolidada de que atrás de los supuestos límites de la percepción no hay nada sino desordenadas repeticiones de todo lo que supimos absorber a través de los sentidos y procesar a través de la razón. En su tristemente célebre compilatorio "Fanged Noúmena" lo único que podemos apreciar es el lento descenso a la locura de un hombre que se convenció de que las anfetaminas y otras yerbas son el percutor que por fin va a derrumbar las paredes de la mente; aquel elemento que por fin va a poder superar a la limitada crítica moderna de una vez y para siempre. Gracias a la nueva herramienta, Land va a poder superar lo establecido y construir una filosofía radicalmente nueva, radicalmente fuera de este estado de cosas, radicalmente fuera de este mundo... o eso creyó. ¡Inocente él! Comenzó su pretencioso proyecto en el umbral de la década de los noventa, en los comienzos del corto fin de la historia que estamos viendo como llega a su fin en tiempo real. Y siguió casi 20 años en ese sendero sin ningún tipo de límites, llevando la experimentación gnoseológica cada vez más y más lejos. En sus textos podemos ver como, así como si fuese un espejismo de asfalto en los días de verano, su objetivo se le aleja todo el tiempo escurriéndose a través de sus ensayos que de a poco se van volviendo una mezcla entre literatura experimental y divagación psicodélica. 

La historia termina con nuestro subversivo autor internado en un hospital psiquiátrico con la imposibilidad de diferenciar si su enjambre de ideas inconexas son poderosas llaves que abren la puerta a una utopía en la cuál la realidad se acelera hasta desintegrarse y dejar un terreno libre de todo dique, listo para que las tecno-mentes puedan desplegar sin ningún tipo de limitación las infinitas posibilidades combinatorias (una gran pregunta sería: ¿es deseable un futuro de esta estirpe? ¿qué gana la humanidad y este gran ecosistema llamado planeta tierra con esta propuesta?) o si simplemente su abuso de drogas de todo tipo llegó demasiado lejos. 

En el punto crítico de este viaje nos encontramos con una mente torturada y la vez tortuosa que, creyendo que está dirigiéndose hacia una revolución cognitiva lanza líneas como la siguiente: 

"Absoluto tiene una única atribución rigurosamente no figurativa, que es la de Desterritorialización. Se elabora de varias formas, y siempre se resta.
¿Cómo podría Arche-Omega dejar de ser Dios para siempre?
La historia sólo sucede a conveniencia del Estado.
Macrosocialidad, metamemoria calendárica, alfabetización
Poder y Divinidad
La política es teología por detrás, donde se retuerce: si Dios no existe, ¿qué hay para impedir que esto suceda?
Aritmética. La unidad maquínica de eficiencia estratégica es al menos 2+n: díada esquizofusional
Gemelos celestes, más plusvalía subunitaria. Excedente para invertir actualmente.
Una violación perfeccionada. Yo-violación incestual.
Aniquilación que es a la vez"

Al final del recorrido nos encontramos con Land en una realidad alternativa a la nuestra llamándose a sí mismo con el nombre cabalístico Vauung. Vauung gira a observar una línea de tiempo en nuestra realidad actual y concreta. En dicha linea de tiempo está su hermana "la ruina", que pareciera ser nuestro autor escribiendo frenéticamente durante noches enteras de insomnio y alucinaciones, intentando llegar hacia ningún lugar, queriendo romper las barreras de la cognición. El compilatorio concluye con Vauung describiendo como la ruina colapsó y quedó encerrada en un "laberinto que no es más que un intrincado salón de espejos", para concluir que "a la ruina le faltaba astucia. Queda una cuestión de método no exactamente urgente, pero oscuramente apremiante". 

Aquel largo y destructivo experimento, al igual que este mismo texto, fue un largo desarrollo hacia ningún lugar específico. ¿Con qué fin se hace el desarrollo. Qué nos moviliza?. Síntoma de nuestra época, en la cuál parece ser que el zeitgest es justamente esa incomodidad tan difícil de describir y tan fácil de sentir: el querer traspasar la realidad establecida y saltearse los límites de la cognición misma. ¿Que lo impulsó a Land a llevar a cabo el proyecto "Fanged Noumena"? Al provocador de todo esto lo voy a llamar provisoriamente (y aprovechando la total libertad de este ensayo) impulso modernista.

El impulso modernista es una condición en la cuál los individuos buscan y necesitan casi como una droga que lo nuevo se produzca y manifieste. Lo nuevo siempre debe aparecer de forma continua, sin interrupciones. Si la producción frenética de lo nuevo se desacelera o directamente se estanca, es un retroceso y de forma inmediata genera un malestar que podríamos identificar con el esplín. 

Hoy en día vivimos en una época de exacerbado modernismo que permea en todos los aspectos de nuestra existencia. Vivimos en un estado de cosas claramente transicional; un umbral hacia otra cosa totalmente distinta. Todas las ideas, ideologías e instituciones que nos rodean parecen anacrónicas, enmohecidas, con fisuras. Todo aquello en lo que creemos nos parece, en mayor o menor medida, ooparts (aquel exótico acrónimo en inglés). 

Es lógico que las mentes quieran ensayar algún tipo de reacción hacia esa incomodidad devenida en esplín. Dicha reacción es noble, es válida, hasta incluso deseable porque delata que incluso en esta época tan complaciente y débil de espíritu (las causas de ello son otro tema aparte) hay un intelecto que sigue trabajando como lo hizo siempre. Ese motor para nuestra suerte no se detiene; incluso, ahora es global, colectivo, conectado a una sola red que circula la información en tiempo real. Sin ir más lejos, este texto está siendo publicado en un blog al que cualquier extraño va a poder acceder y tomar lo que le interese, o demolerlo a gusto. Pareciera ser que todo va bien y que no hay nada de qué preocuparse, pues intelectualmente la modernidad no estaría haciendo más que seguir su curso y el impulso modernista no sería mas que la demostración de ello. Pero el problema nos es conocido. El impulso modernista mas que disfrutarse, se padece. Es simple movimiento pero sin vector, es pura velocidad pero sin dirección; es un simple ensayo sin una sólida ontología por detrás. 

Este texto es la demostración de que la ensayística es un ejercicio inútil, que termina siendo llevado a sus extremos, un ejercicio estilístico, estético o literario. ¿Hacia donde van todas estas palabras que llevó un relativo esfuerzo conjugar, escribir y editar? Hacia el mismo lugar a donde va la cabeza de Nick Land: hacia un baldío vacío que está destinado a guardar aquellos trabajos que se quedaron encallados en el barro. 

Ya Vauung se lo advierte a su interlocutor terrenal: "Te falta astucia", le dice una y otra vez para que no vuelva a perder tantos días y noches en vano. Muchos años antes ya lo advirtió Descartes: Sólo importan los pensamientos clarificados y aquello que en tu mente están confusos y oscuros solo deben materializarse una vez hecho el trabajo correspondiente. Idea Villariño, alguien del tan lejano mundo de la poesía incluso lo percibe: "A callar, a callarse". 

Sólo debe ser dicho aquello que merece ser dicho. Estamos en un punto tan dramático del pensamiento (esto que llamamos posmodernidad) que lo que parece ser pedido desgarradoramente y a gritos por Vauung (Dios) es que nos callemos. El mandato divino parece ser que nos llamemos al silencio, que nos entreguemos a la meditación y que evitemos los embates el impulso modernista. 

No presiones más, impulso; sabemos lo que estamos haciendo. Hay que irse en retirada de un mundo vertiginoso. Desde el desierto apareció una vez alguien con revolucionarias ideas nuevas, y en el desierto hay no más que quietud. 


lunes, 27 de noviembre de 2023

Apuntes: El populismo de mercado de Javier Milei

¿Qué es el populismo? Atrás de esa pregunta hay ríos y ríos de tinta (analógica y digital) que se desvelan por contestarla. Todas las conclusiones parecen llegar más o menos al mismo lugar: Es, en primer lugar, un tipo de discurso (como indica María Esperanza Casullo en un libro citado hasta el hartazgo) que contrapone un "pueblo-nosotros" que debe luchar contra una "élite-ellos". Dicha gesta tiene que ser guiada por un "héroe-dirigente" que se ponga a la cabeza del proceso. El discurso basado en el "mito populista" parece tener una efectividad infalible para llevar al poder a la fuerza que logra encarnarlo de la mejor forma posible. 
En segundo lugar y una vez en el poder, el populismo también pasa a ser una forma de concebir el poder  el gobierno y el manejo de los recursos del estado (tesis sostenida por Ernesto Laclau, el pensador que más en serio se tomó por el momento esta temática). Todo debe estar, por lo menos cosméticamente, al servicio de beneficiar al pueblo y de perjudicar con la mayor vehemencia posible al que fue declarado enemigo del pueblo. Cuando se desencadena un proceso populista, asistimos a un momento en el cuál se deja de pensar al gobierno como una forma de ejecutar un proyecto a largo plazo que trascienda y se lo empieza a pensar como un ejecutor material del discurso populista que lo llevó al poder.

Al ser más una lógica discursiva que luego puede llegar a decantar (o no) en una operativa, el populismo puede ser tanto de izquierda como de derecha, tanto de centro como de extremos. La lógica esta allí, se muestra efectiva y puede ser usada por quien quiera aspirar al poder. El por qué resulta tan efectiva no debería ser una pregunta con respuestas rebuscadas. El populismo funciona allí donde hay una gran mayoría que se considere "pueblo-nosotros", es decir, que se sienta oprimida y desfavorecida por una élite voraz e injusta. 
Es con esta mirada que la historia se vuelve bastante clara. Los primeros populismos surgen en la segunda mitad del siglo XIX, al calor de la gran brecha que se abrió entre asalariados y propietarios. Varios de estos movimientos logran consolidarse y llegar al poder durante la primera mitad del siglo XX, alimentados principalmente por los ecos de la Gran Depresión. Las olas populistas merman luego del fin de la segunda guerra mundial y el inicio de los años de estado mixto (1945-1971), período en el cuál se buscó cambiar lo más posible el esquema de distribución de la riqueza generada, siempre con el fin de evitar que las tendencias comunistas tengan motivos para crecer. Finalmente, con el advenimiento del período neoliberal y posindustrial, recrudecen las asimetrías en la distribución tanto económica como informativa. No casualmente se vuelven a consolidar con fuerza sentimientos más uniformes de "pueblo-nosotros" en las grandes mayorías pauperizadas y asistimos desde iniciado el siglo XXI a una reproducción global a gran escala de populismos de todo tipo.
Mientras más se resientan las clases medias y más nos acerquemos a la pesadilla de una sociedad dual en la cuál hay una gran mayoría pauperizada versus una minoría poderosa y privilegiada, más se van a exacerbar las formas populistas.

Domingo 19 de nobviembre de 2023, Argentina

Contra todo pronóstico, gana las elecciones de segunda vuelta un candidato disruptivo, extraño, descontracturado. Todos se sorprenden; propios, ajenos, partidarios acérrimos de él y detractores a muerte de sus ideas, qué el viene expresando desde hace 5 años. Pareciera ser algo imposible de entender, casi un error en la mátrix, pero son cada vez más las excepciones en este siglo XXI que recién ahora parece empezar del todo; como siempre, Argentina se suma a las tendencias mundiales y las exagera hasta el límite. En este caso, una aplastante mayoría de casi el 60% proclama presidente a un anarco capitalista, una ideología que, como mínimo, es de un reducido nicho. ¿O deberíamos reformular esa afirmación y ponerla en pasado?. ¿Como fue posible que un conjunto de ideas que a priori son reducidas a un público minoritario hayan convencido a la gran mayoría de un país con más del 50% de pobreza? 

El nuevo (populista) mesías

Si nos concentramos únicamente en la línea editorial que el presidente electo tuvo en los últimos 5 años (y omitimos todo un sector paleolibertario, conservador y militarista que está desde hace años en su proyecto), podemos llegar a estar confundidos: se recicla el ya clásico mito populista con todos sus componentes, pero algo no nos cierra. El relato sigue su curso normal, están bien ubicados tanto las víctimas como los victimario, tan efectivos como siempre, sabiendo perfectamente qué rol tienen que cumplir. Aparece el héroe, haciéndose auto referencia, tan mesiánico como siempre, tan sabio, tan perfecto; talmúdico, puede dar respuesta a todos los problemas. Pero nos vamos a encontrar con una profunda ruptura. Esta vez es diferente.
El héroe populista siempre irrumpió de golpe haciendo operativa la eficiencia del discurso y prometiendo, siempre con palabras diferentes, usurpar el estado para volverlo a este una máquina de institucionalizar, es decir, que sea utilizado para integrar a las facciones del pueblo de la manera en la que ellos desean, o por lo menos llegar a algún intermedio entre lo posible y lo deseable por el pueblo. Es entonces que bajo el reinado de la máquina de institucionalizar populista, si las víctimas de esta historia son los trabajadores, el héroe va a poner los tentáculos del estado para absorber a los mismos y ponerlos bajo su órbita, es decir, institucionalizarlos. Si dentro del llamado "pueblo-nosotros" hay un sector LGBTI considerable, ¿por qué no crearles un ministerio directamente orientado a ellos y de esa forma ahogarlos de nuevo con tentáculos? Así hasta el infinito; siempre va a haber un excluido para institucionalizar. Eso es lo que festeja Ernesto Laclau y eso es lo que genera la fragmentación social de la posmodernidad y el capitalismo posindustrial. Este estado de cosas hace que los populismos sean cada vez más efectivos y por lo tanto numerosos. Parece ser una dinámica irresistible en la cuál el verdadero protagonista es el Estado en esta faceta. 
Surgió en en último tiempo una ola populista que consiste en criticar al progresismo globalista que actualmente parece ser un status quo que se debilita día a día. Las élites globalistas perversas quieren instalar una agenda anti natural que busca beneficiar a ciertas minorías al mismo tiempo que busca hacer volar por los aires valores tradicionales, así como llevar a cabo medidas aperturistas de la economía que destruyen esas economías locales que le dan de comer al pueblo, etcétera. Una vez en el poder gracias a la reformulación del mito, el nuevo héroe de derecha vuelve al Estado un mecanismo de defensa que se deja de pensar como una máquina que debe integrar a aquellos que están "por fuera" sino de consolidar a aquellos que se encuentran integrados y son mayoría. Entonces una operativa populista de derecha se encarga por ejemplo de aplicar proteccionismo económico para cuidar así los empleos de la mayoría, puede dar una línea política y discursiva en favor de la religión mayoritaria y la forma tradicional de familia; muy resumidamente, aquello que la mayor parte del pueblo (con énfasis en la mayor parte) quiera y piense es lo que determina el rol de un estado que toma forma de protector. 

Populismo de mercado

Javier Milei es un umbral en muchísimos sentidos que tienen que ser detallados ahora, en tiempo real y mientras todo está pasando. Es una figura que representa una gran ruptura con muchísimos cánones que todavía se arrastran del siglo XX y que, a pesar de ya mostrarse zombies, anacrónicos e inútiles para resolver muchísimos problemas totalmente nuevos, se siguen usando al no haber nada superador. Sin ser su proceso aún una revolución, tranquilamente podríamos considerarlo sin que parezca exagerado como el primer presidente del siglo XXI, en el sentido de representar un refresh tanto en las formas como en los contenidos para que estos se sientan nativos de la época que estamos viviendo, tan de transición, con cambios tan vertiginosos que no nos dan tiempo a crear lo nuevo y nos obligan a utilizar fundamentos que nos parecen lejanos, ajenos y pertenecientes a una época que se borró. ¿Qué tanto tiene que ver nuestro estado de cosas con el de nuestros abuelos o bisabuelos? ¿Qué hacemos entonces repitiendo las fórmulas que sirvieron con ellos entonces?

En todo el gran refresh que el economista está haciendo, también se ve tocado aquel mito populista que desde medidados del siglo XX funciona sin fisuras. Teniendo que ganar el apoyo del pueblo en un país con una centenaria tradición estatista y al mismo tiempo teniendo que ser oposición a un gobierno mezcla entre populismo progresista y populismo clásico, retocó la trillada fórmula del relato. Un pueblo que ve durante años como los autodenominados "héroes" no hacen más que usurpar al Estado como tesoro propio a costa de pauperizar la nación es un pueblo que se vuelve inmune al mito populista. Aquellos héroes de antaño ahora son una élite que vive una realidad paralela, y el Estado pasa a ser una empresa que esta élite usa para oprimir al pueblo; ya no es más una herramienta deseada sino una pesada mochila que todos cargamos y que no tiene más función que garantizar la buena vida de esta oligarquía parasitaria. 
Pero esta vez es diferente y llegamos a la ruptura. En el nuevo mito populista de Milei el estado ya no es más el garante del bienestar del pueblo. Por el contrario, el estado es indeseable porque es la guarida de las élites. El héroe viene a librar al pueblo de las élites (la "casta") y del estado opresor, confiscatorio y puesto al servicio de los intereses de esta reducida casta. Este mesiánico héroe promete ya no una máquina de institucionalizar e integrar, ya no un muro protector, sino una liberación a través del mercado. Si se le brinda al pueblo un mercado nacional interno libre de toda regulación, todos van a poder acceder a mayor cantidad y calidad de bienes y servicio, a mejores salarios, en síntesis, a una mejor calidad de vida (en términos capitalistas). Ya no se trata de tomar al estado por sorpresa para brindarselo al pueblo cuál Robin Hood. Se trata justo de lo contrario: librar al pueblo de un estado que se percibe como un elefante inútil y hasta peligroso. La promesa de "la libertad" que propone milei es una nueva forma de operar tanto el discurso como la forma de gobernar del populismo. El capitalismo logra absorber completamente a este fenómeno que parecía serle esquivo y nace así el populismo de mercado.

jueves, 12 de mayo de 2022

El pensamiento occidental o el día de la marmota.

 

APUNTES SOBRE EL LENGUAJE DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL

 

Por más que uno intente con todas sus fuerzas escapar de ese imán, mientras más se acerca, se da cuenta que no era un inocente imán, sino un agujero negro que todo lo absorbe. Nos estamos refiriendo al pensamiento griego antiguo. Cualquier pensamiento que uno tenga va a tener una réplica en algún pasaje de estas obras cumbres. Whitehead lo intuyó: “La filosofía occidental es una nota a pie de página de la obra de Platón”. No hace falta hacer una argumentación muy compleja para corroborar lo correcta que es esa frase. El lenguaje filosófico al que cualquier intelectual, pensador, crítico puede acceder está ya encapsulado en estos trabajos del siglo V. No hay mayor limitador del pensamiento que el lenguaje. Si sigue siendo exactamente el mismo, sólo queda la reproducción infinita de las mismas ideas, una y otra vez, con leves mutaciones o variaciones. Pero la base es la misma.

Se pueden rastrear a pensadores que acepten esta herencia-limitación y la reproduzcan con orgullo; otros llevan a cabo la reproducción sin siquiera darse cuenta o reflexionar sobre ello, y otros ponen el grito en el cielo ante esta problemática, y hacen una cantidad mareante y paranoica de piruetas a través de las palabras para tratar de escapar a toda costa del campo gravitatorio. Pero, recordemos siempre, es un agujero negro. Desde el inicio las cartas ya están tiradas en la mesa. Hasta la noción de crítica se encuentra en los antiguos, cuando Aristóteles se rebela furiosamente contra su maestro Platón. Entonces ¿Qué hacer? Por lo pronto, dejar de pensar a nuestra civilización occidental y su respectivo pensamiento como algo dinámico, cambiante y con una tendencia al progreso. Por el contrario, la occidental es una civilización que lleva ya más de cinco mil años estancada bajo los mismos preceptos, con algún que otro retoque. Los supuestamente profundos cambios de cosmovisión y de modelos socio-económicos que nos marcan las diferentes épocas podrían ser considerados cosméticos; simples modificaciones en las formas de relacionarse tanto interpersonalmente como con el estado de cosas natural-artificial. Pero las bases mismas en las que descansan las reflexiones de antiguos, medievales, modernos y nosotros, los contemporáneos, siguen intactas, impolutas.

El pensamiento crítico a veces peca de gastar una gran cantidad de energías en intentar revolucionar las nociones bajo las cuáles se ejerce dicha actividad. Pero por arriba está el lenguaje; nuestro lenguaje estancado. Entonces, por descuento, la inutilidad de los intentos. Son misiles con su pólvora totalmente mojada. Por más fuerte que sean lanzados, o por más vehementes que sean sus lanzadores –Nietzsche-, la explosión jamás se va a terminar de concretar.

No existe realmente el hacer exégesis de textos filosóficos ni derivados de la filosofía –ciencias humanas-. Todos los textos son una cadena infinita de re-lecturas que siempre vuelven al mismo agujero negro, y, por lo tanto, siempre son actuales. Lo único que varía es la edad de la reproducción. Todo texto de esta índole siempre parece ser actual. Aquella persona que lea un texto clásico, va a sentir que está viviendo el día de la marmota, y es por esta razón.

Un nuevo lenguaje no puede ser construido por una sola persona. Es una construcción interpersonal y que se a través de las épocas. No hay nuevo mesías en un apartado tan complejo de la humanidad. Por eso, el intelectual tiene siempre que volver a visitar a los textos clásicos, antiguos, originarios. Y allí se cumple el precepto bíblico. Todo lo que respecte a pensar se encuentra allí, en cada palabra, en cada pasaje, listo para ser re-interpretado nuevamente. Y de allí siguen las claves para comprender –pero no cambiar radicalmente- el estado de cosas actual.

jueves, 24 de marzo de 2022

Alternativismo o introducción al pre-renacimiento

 

Si hay algo totalmente nuevo en los últimos 30 años –post caída de la URSS y victoria total del liberalismo- es tener la certeza de que ya no hay más desierto en el cuál volverse salvaje, es decir, no queda en el planeta ningún territorio que no esté dominado por las concepciones básicas del sistema bocetado por Locke y después perfeccionado por muchas manos a lo largo del tiempo. No hay ningún lugar donde un grupo desertor pueda exiliarse y construir nuevamente a partir de nociones radicalmente distintas –si es que pudieron pasar la difícil barrera de poder crearlas-.

A este proceso se lo conoce bien y se lo suele llamar globalización: hasta el lugar más oculto e inaccesible del mundo está habitado por personas, y estas personas tienen los mismos códigos en mayor o menor medida. Lo particular que tiene este proceso es que presiona continuamente ya no a algún actor que sea radicalmente alternativo al sistema, sino que basta no cumplir con un solo ítem de lo que se considera “aplicar el sistema de forma correcta” para ya ser atacado de forma fría; ya no de forma militar –forma caliente-, sino de forma económica, política y cultural, en ese orden preciso. A este proceso se lo podría llamar cercamiento o enclousure. El modus operandi es el mismo que aplicaron los primeros burgueses capitalistas de la Inglaterra de la Primera Revolución industrial: Absorber primero lugares y después personas que funcionen de forma alternativa al funcionamiento del sistema dominante. Eso fue lo que hicieron –de forma mucho más bruta- los pioneros ingleses cuando ponían un cerco sobre las tierras comunales campesinas que todavía funcionaban de manera feudal, decretaban que a partir de ahora eran propiedad privada y, finalmente, echaban de ahí a los habitantes, quedando huérfanos tanto económica, como política, como culturalmente. Estos huérfanos fueron la primera generación de proletarios modernos; también pioneros.

El cercamiento no es un simple acto, sino más bien un dispositivo que se fue refinando con el pasar del tiempo hasta convertirse en lo que es hoy: un dispositivo que sirve para presionar tanto a personas, como a grupos, como incluso a estados enteros que se desvíen del guion de “como se tiene que aplicar el sistema”. Todo es cercable, sea material o sea ideal. Desde un hippie que renuncia a su trabajo y se va a vivir a una comuna en las sierras, un estado como Venezuela, hasta una ideología distinta como lo pueden ser el comunismo o el fascismo. El hippie termina teniendo que buscar un trabajo para conseguir cosas tan básicas como ropa, comida o –novedad- un celular y un plan de datos para usar redes sociales y publicar post e historias. Venezuela termina sin poder crear un sistema alternativo, por lo que, por no aplicar el manual punto por punto, se queda sin recursos, hace agua por todos lados, y termina cediendo, aplicando la versión más extrema y poco refinada posible de liberalismo como castigo. El comunismo y el fascismo se vuelven pseudo-ciencia; caprichos de adolescentes que no entienden cómo funcionan las cosas o la ideología de los enfermos mentales. Todo aquel que se desvíe aunque sea de forma mínima, tiene como destino ya no ser excomulgado, quedar desarraigado o incluso tener algún tipo de castigo terrible, sino más bien quedar como un animal de zoológico que no sigue la racionalidad humana básica. Algo así como Diógenes el perro viviendo en un barril, escupiéndole a la gente que pasa por la calle. 

La globalización es el cercamiento más grande que se hizo hasta ahora. Un cercamiento total, que abarca a todas las personas y a todos los territorios del planeta tierra. Sin excepciones. Es así como Margaret Thatcher se volvió Parravicini cuando predijo: “No hay alternativa”. Vio el proceso antes de que empiece de verdad.

Es así como, una vez cercada la famélica Unión Soviética de Gorbachov, ya no quedó territorio en el cuál volverse salvaje. Tal cercamiento hace que aparezcas ideas desesperadas, como las del libertario multimillonario Peter Thiel, cofundador de Paypal y miembro de la Élite de Silycon Valley, que quiere armar mega-islas en partes sin dominio de los océanos y que en ellas se aplique un anarco-capitalismo radical, o algo que se le ocurra en su quemada cabeza.

La claustrofobia que da el saber que ya no queda espacio alternativo en el planeta puede tentar a pensar en que la solución sea crear directamente nuevos espacios; pero el problema no se resolvería, debido a que la posibilidad de crear estos espacios –sea dominando la vía láctea o creando un nuevo espacio hiper-real a través de la tecnología de realidad virtual- está al alcance solamente de la élite actual. O sea, que sería la perpetuación de las bases del sistema, pero en espacios nuevos y muchísimo más controlados, es decir, una profundización del sistema y no una emancipación.

¿Cuál es la solución al gran cercamiento entonces? Pareciera ser algo que nos excede como personas que se mueven en estos primeros años del siglo XXI. Estamos en una crisis de creación, principalmente por tratar de interpretar un mundo posmoderno volátil con nociones de la modernidad más dura y estable. Si Marx se quejaba de que todo lo sólido se disolvía en el aire allá por la segunda mitad del siglo XIX, entonces en esta época hasta el mismo se disolvería al tratar de tomarle apunte al estado de cosas actual. Todo se está desarmando en partes cada vez más chicas, cuál rompecabezas gigante, y las piezas se unen unas con otras sin ningún tipo de prejuicio, ni orden, ni coherencia, de forma totalmente caótica. El tiempo ya no suele seguir la cronología moderna estable y larga de pasado, presente y futuro, sino que se piensa como un presente continuo en el que lo que ayer era importante hoy ya ni existe y lo que hoy urge mañana va a ser algo sin ningún tipo de significado ni peso. El dinero ya no se rige con la estabilidad del patrón oro, sino que se vuelve dinero fiat que mueve su valor segundo a segundo y del que no se sabe cuánto va a valer al día que sigue. La matriz de producción ya no es industrial, material y más o menos sencilla de entender, sino que es financiera, abstracta, encriptada y de la que –supuestamente- nadie puede tener control real; un leviatán pero que no está controlado por nadie. Completando la analogía, lo que antes era una pintura o una foto terminada y enmarcada, ahora es un rompecabezas en el que todas las piezas están desordenadas y mezcladas de formas que todavía no se pueden entender.

Una sensación de caos que posiblemente sintieron los primeros renacentistas cuando cayeron los primeros cañones de pólvora sobre Constantinopla. Lo que se conoce se está empezando a terminar sin vuelta atrás, pero, ¿qué sigue? El rompecabezas está ahí y lo mejor puede ser abrazar un alternativismo: dejar de querer acomodar las piezas tal como estaban antes, y ver cómo se están ordenando ahora, qué hay en esas formas nuevas. Asumir que la modernidad se está yendo, que no va a volver y que algo nuevo va a venir más rápido de lo que pensamos –si es que la humanidad pasa la prueba del cambio climático antes-. Resumidamente, saber que más que seguramente estemos en el mismo lugar que los que vieron a los otomanos entrando en la capital bizantina, y que en ese momento supieron en el fondo que el estado de cosas que conocían iba a ser atropellado. Ellos fueron los pre-renacentistas. Los que hicieron que tuvieron que empezar a pensar en levantar el guante; y seguramente esta sea una época de levantar el guante.