lunes, 8 de abril de 2024

El espíritu del pensamiento

¿Qué le queda a Keruac después de andar tres años vagando sin rumbo por todo Estados Unidos con una persona tan particular como Neal Cassady? "En el camino" es, básicamente, un homenaje en vida a este personaje; una mera excusa para retratar los niveles de salvajismo mental sin límites a los que puede llegar por momento. 

Cassady, un vagabundo especialista en robar autos que estuvo preso y que fue un típico "niño viejo" de la gran depresión, pero que tenía una curiosidad inexplicable por el mundo intelectualoide de los universitarios estadounidenses más relacionados con la filosofía continental; esto quiere decir, ávidas lecturas del Nietzsche más descarnado y nihilista, una obsesión por volver artístico al pensamiento intelectual y por último un inclaudicable ímpetu por ir a contramano de una pacata sociedad estadounidense de posguerra; una intención denodada por ser contracultura. 

Pero lo que tendría que haber sido un grupúsculo más de universitarios intelectualoides continentales tuvo la suerte (o desdicha) de encontrarse con el verdadero espíritu del pensamiento. 

Vomitado por Dios y lanzado por azar en la localidad de Denver, desde que nació hasta que murió se dedicó a errar por la vida siguiendo tan solo sus desordenados pensamientos, a los que Kerouac busca inmortalizar en una novela que, tanto en prosa como en trama, hacen un triste intento por seguirle el ritmo, tanto en cuerpo como en mente. ¿Acaso es esquizofrenia? quizá sea el umbral necesario para poder tener rumbo rectilíneo, pero umbral al fin y al cabo; siempre a un instante de irse totalmente de la realidad, de perder totalmente la cabeza, de volverse una maraña de pensamientos desordenados. 

Cassady (espíritu del pensamiento) tenía la capacidad inaudita de enloquecer de forma racional; de fluir frenéticamente, de alterar la realidad pero sin irse de esta. Un torbellino, y como todo torbellino, destruye todo a su paso pero siguiendo ciertos preceptos lógicos que le dan nombre y forma. 

Al ritmo del jazz, al ritmo de marginales negros que no tienen nada que perder y por ende nada que respetar, abrió camino hacia una nueva época, siempre a los golpes, siempre esquivando cualquier tipo de precepto y clasificación posible. 

Pretenciosos teóricos franceses trataron luego de teorizar "la esquizofrenia" como forma de entender el advenimiento de un período posmoderno en el cuál ya no hay forma de encauzar un flujo que no tiene conciencia de sí mismo y que por lo tanto no pude ser dirigido. ¿Como dirigir algo que no va hacia ningún lado?. La modernidad trata de los cuerpos. Cuerpos que se dirigen desde A hacia B y que, a través de forzada teoría de sistema cerrado, pueden ser modelados a gusto y programados casi a gusto. Con dicho modelo, la contingencia se redujo al mínimo, con errores mínimos como podrían serlo las revueltas obreras que adornaron gran parte del siglo XIX y parte del XX. Pero el precepto moderno de modelar cuerpos que luego pueden ser programados y dirigidos se fue despedazando al calor de aquella ventana que el liberalismo le deja al individuo: aquella que le permite la libertad de crear el estilo de vida que le parezca; libertad de esfera privada más libertad de libre conciencia. 

Combo letal para la modernidad en términos teórico-políticos. La ventana liberal estaba abierta esperando a que aparezca alguien que la salte, que la destruya y que directamente se cague en ella de forma total, deformandola, cortandola a la mitad y luego rompiendo los vidrios para dejar  un pedazo de pared rota totalmente irreconocible.

Y es ahí donde irrumpe intempestivamente Neal Cassady, inaugurando el ser posmoderno, totalmente impredecible y que jamás sabe hacia dónde está yendo, solamente deja fluir pensamiento y cuerpo. Neal por lo menos tenía la valentía de aferrarse a ese estilo y llevarlo hasta el extremo, siendo sus herederos tristes aspirantes que piensan como él y fluyen como él, pero al mismo tiempo no abandonan el corporeísmo moderno. Esto trae consecuencias psicológicas y corporales (espíritu: pensmaiento-cuerpo) fulminantes en muchos casos (Para más información leer la primera parte de "La fábrica de infelicidad de Bifo Berardi, 2000). 

No es exagerado nombrar a este espíritu frenético como el verdadero gérmen de la época que estamos viviendo. De su vida y obra luego surge gran parte de la contra cultura que va a dar lugar a la filosofía de vida Boomer. Los boomers están gobernando el mundo actualmente y son la generación que le dio forma a este período que vivimos desde los más tiernos años 80. Cada uno va a saber si darle las gracias o maldecirlo y conjurarlo como el anticristo. 

Sigue vigente en esta serie de apuntes la disyuntiva de si entregarse a la prosa espontánea Cassadiana (imitada infielmente por Kerouac) y hacer proliferar una infértil tradición ensayística o si detenerse y ocuparse seriamente del nuevo problema del método, planteado por el Cassady bastardo, Nick land. 

Recuperando el inconveniente, Land luego de querer ocupar el trono de espíritu-pensamiento-anticristo dejado vacante desde la muerte de nuestro héroe en 1968, entra en estado lisérgico de locura al forzar al pensamiento en vez de esforzarse por dejarlo explotar en frenesí. Luego de rehabilitarse y encontrarse con años perdidos y excremento tanto literario como teórico-filosófico, concluye en que "el problema es el método". El desenfrenado incentivo a flujos de pensamiento al que nos invita el período posmoderno (siempre en términos gnoseológicos, es decir, en términos de acceso al conocimiento, que es algo que está implícito en esta serie de ensayos desordenados) lleva al callejón sin salida o ERROR DE LAND: EN FILOSOFÍA, SI SE DESCOMPONE EL ORDEN NATURAL VIGENTE LO QUE HAY ES SIMPLES CADENAS DE PENSAMIENTO

Las cadenas de pensamiento son sucesiones de, justamente, pensamientos pero que son agrupados con criterio difuso. No llevan a ningún lado. Atrás de esa insistencia de liberar los flujos no hay más que mero flujo. ¿Hacia donde estás yendo? Hacia ningún lado. Sólo se que tengo que moverme para no morir y para sentirme vivo. Pero entonces es cuando te das cuenta de que en tu cabalgata está el obstáculo del tiempo, que se va segundo a segundo, minuto a minuto. Un día tu espíritu se va, y lo único que hiciste o que te convencieron de hacer es un mero fluir hacia ningún lado. Neal Cassady por lo menos lo llevó hasta el extremo y fue un espíritu que fluyó con el sudor de la autenticidad y de la convicción. Actualmente, ni siquiera eso se puede encontrar en la generalidad. El flujo es tímido y tiene temor de ser lo que es: ¡flujo!. Hora de ser cuerpo, hora de transmutar de vuelta hacia el cuerpo, o mejor aún, hacia una síntesis de flujo posmoderno y cuerpo moderno. 

De flujo a cuerpo: Este principio de transmutación quiere representar que, en está década del 20 del siglo XXI hay una latente sensación de que se debe abandonar la indeterminación representada por Cassady de forma espiritual y por los posestructuralistas en el ámbito teórico filosófico. Porque (error de Land) hace que las mejores mentes de una generación se desintegren en cadenas de pensamiento infinitas. Esto puede llevar a la locura, o peor aún, a pérdidas de tiempo hechas obras que no tienen ningún tipo de uso práctico. No existe gran obra sin uso práctico. 

La teoría no es terreno de literatura. La teoría está para usarse. La herramienta está para ser útil. El flujo debe cobrar conciencia de sí mismo. Debe volverse herramienta para pensar herramientas que generen los nuevos cuerpos. De esta forma, vamos a poder conjurar y enterrar al espíritu que nos trajo hasta acá para darle advenimiento a un nuevo mesías. 

martes, 23 de enero de 2024

Miseria de los intelectuales. La desesperada búsqueda del "hombre nuevo" y el agotamiento del pensamiento de izquierda

INTELECTUALISMO DE IZQUIERDA

Un intelectual lo primero que debe hacer es descartar la actitud de personas como Theodor Adorno. 
Aquel marxista judío que huyó de la Alemania nazi por razones evidentes y que no tuvo más opción que aterrizar en la Hollywood de los años cuarenta es el fiel reflejo de lo que alguien que tiene el capricho de analizar la realidad de forma incisiva NO DEBE SER JAMÁS, por lo menos en este complejo siglo XXI que atravesamos y q: 

Como buen viejo topo de primera mitad del siglo XX, esperaba pacientemente en una trinchera con forma de pozo que las condiciones para la revolución proletaria aflorasen, y ahí poder aparecer ansioso en la superficie a sumarse al nuevo y soñado mundo. Fue mucha su desesperación cuando halló en su nuevo hogar (Hollywood) a la típica cultura de masas estadounidense asentando a fuego las bases del capitalismo liberal en las mentes de todo occidente. Efectivamente, día a día estaban tapando el techo de su trinchera para dejarlo tanto a él como a sus compañeros para siempre bajo tierra, con riesgo de ya no poder volver a ver la luz nunca más. Los sueños de una revolución emancipatoria se hundían más y más mientras la cultura de masas se desarrollaba y sofisticaba a una velocidad exponencial. 

¿Qué haría usted si estuviese en la posición de Adorno, es decir, si viese en tiempo real que lo están enterrando bajo tierra estando aún vivo? Tiene tan solo dos opciones: Entender la lógica de por qué lo están enterrando, es decir, por qué es que no tiene la razón o reaccionar y decir (eso si, con palabras cultas y complejas de tanto haber leído filosofía) que los que están tapándolo son unos estúpidos con el cerebro atrofiado por lo mainstream. 

Adorno tomó el segundo camino, e hizo monumentales esfuerzos junto con su ladero Max Horkheimer para explicar por qué las masas están equivocadas y son sistemáticamente idiotizadas por la cultura de masas. No importa a qué conclusión llegan, lo que importa verdaderamente es la operación que hacen, que se puede resumir en lo siguiente: Como las masas no hacen lo que nosotros queremos, las masas son idiotas y están equivocadas. Eso es lo único que queda atrás de todo un empapelado barroco y teórico, con una sofisticada redacción al estilo alemán y muchas alegorías. Pero el mensaje es uno solo y termina quedando bien claro. 

¿Es acaso esto lo que hace un intelectual? ¿Decirnos que somos estúpidos por no seguir ciertos parámetros de calidad de pensamiento? ¿Quién coloca esos parámetros? ¿Acaso la gente de a pie es un árbol de Andry que debe ser domesticado? 
Árbol de Andry. El árbol somos nosotros y el palo son los intelectuales.  




Esta actitud se reprodujo sin cesar desde la segunda mitad del siglo XX. Un tipo de paradigma intelectual que es marcadamente de izquierda, siendo la izquierda la orientación filosófica que, tal como indicaba Marx "No quiere estudiar el mundo, sino transformarlo". "Izquierda" es la forma que aún conservamos de identificar este tipo de pensamientos político-filosóficos. Si hay un orden natural (la realidad, lo que ya está dado en el presente en el que se piensa) que no nos parece satisfactorio, un impulso de izquierda lo que va a hacer es querer "corregir" aquello que es indeseable. El intelectualismo de izquierda se rehúsa a trabajar con los insumos que la realidad le presta; se niega rotundamente a pensar teniendo en cuenta las cosas tal y como son, tal como están dadas. En cambio, puede darse la libertad de crear desde cero cualquier tipo de sistema cerrado que se adecúe a sus pretensiones. 

HOMBRE ACTUAL Y DOCTRINA DEL HOMBRE NUEVO

Esta forma de construir no es innata del siglo XX, cabe aclarar. Es una herencia de larga data, pero que tiene su punto cúlmine hacia fines del siglo XVIII, con el auge de la ilustración. Todos aquellos que contribuyeron en la creación de todo el cuerpo teórico que derivó en la revolución francesa (1789) y su posterior terror jacobino (1792-1794) fueron intelectuales marcadamente de izquierda. El ejemplo más acabado de esta forma de concebir -manipular- la realidad es el sistema cerrado que crea Jean Jacques Rousseau a lo largo de sus obras. Rousseau consideraba que la realidad que él estaba habitando era indeseable por una gran cantidad de motivos que no tiene mucho sentido detallar acá (para más esclarecimiento, simplemente, tomarse el trabajo de leer la obra del autor). Entonces resolvió creando todo un sistema a gusto y piacere en el cuál la gente hace lo que él pretende que hagan, como si fuesen una especie de legos. Si uno lee a Rousseau, la solución a un estado de cosas lamentable es tan sencilla como crear todo un sistema desde cero y persuadir a la gente para que ejecute a rajatabla tal sistema. Sin ser ingenuo, se topa con el inconveniente de que las personas no son esa famosa tabula rasa y tienen tras de sí toda una joroba de cultura, tradiciones e instituciones que condicionan bastante la imposición de un orden radicalmente diferente. Rousseau resuelve fácilmente: la solución es la pedagogía. Se debe educar desde cero a los niños, desde su nacimiento hasta bien entrada la niñez. De esta forma vamos a poder crear "hombres nuevos" que se amolden al orden deseado. Toda esta concepción de la pedagogía se encuentra comprimida en su obra "Emilio". 
La doctrina de crear un "hombre nuevo" que tiene su punto cúlmine en Rousseau no queda en el mero plano teórico, sino que, si es adoptada por actores que están dispuestos a plasmar en la realidad lo dicho en los libros puede terminar en grandes tragedias. El terror jacobino es el ejemplo más nítido de cómo terminan estas experiencias. Una vez en el poder, el grupo revolucionario busca establecer las bases para la nueva sociedad; se topa con un indeseable "hombre actual" que rehúye con todas sus fuerzas de las directrices que lo van a llevar hacia un nuevo orden. El hombre actual se aferra como puede a su orden natural, a aquel orden que le da estabilidad y que le permite darle sentido a su mundo. Los revolucionarios, al no encontrarse con personas maleables, con los legos que imaginaban, terminan tarde o temprano recurriendo a la violencia y a purgas sistemáticas con la esperanza de un día quedarse con los insumos útiles y de haber exterminado de una vez y para siempre a insumos incompatibles con un nuevo sistema. 

El hombre nuevo es una mera construcción teórica que surge de adoptar una postura intelectual de izquierda. Si uno no quiere "estudiar el mundo, sino transformarlo", a la hora de transformarlo se va a topar con una maraña de actualidades reproducidas por hombres actuales. La única forma de que construcciones teóricas de este tipo no se derrumben es moldeando el hombre que necesitemos. Los actores que quieren plasmar el sistema o (en el peor de los casos) teoría del autor se van a topar con la mismísima realidad que les rechaza. Robbespierre, Lenin, Stalin, Mao y algunos otros más siguen esta línea de razonamiento, que se extiende entre los siglos XVIII y primera mitad del XX. Los resultados están escritos con sangre en los libros de historia.

Luego de la segunda guerra mundial ingresamos de forma definitiva a la etapa posmoderna del pensamiento, en la cuál se nos es imposible (por el momento) pensar en sistemas totalizantes que puedan por sí mismos darles sentido al estado de cosas. Las ciencias humanas se desgajan dramáticamente hasta quedar múltiples disciplinas esparcidas por todos lados, ninguna llegando a tener una relevancia suficiente para darle un marco teórico básico a una realidad que cada día es más distante a la de los pioneros de los siglos modernos (XVII, XVIII, XIX). La filosofía así deriva tristemente en sociología (sólo se puede estudiar a lo social, a lo totalmente humano) y en una nutrida tradición ensayística que trae varios problemas. Esta tendencia hizo que el intelectualismo de izquierda también adopte una tradición netamente crítica y ensayística, abandonando de forma casi definitiva el afán por transformar la realidad, no por falta de deseo, sino por no tener ya la posibilidad de crear sistemas cerrados desde cero. Adorno es, considero, el ejemplo definitorio de este intelectualismo de izquierda posmoderno: meros juicios críticos y analíticos que describen cierto aspecto de la sociedad, pero que no logran sumar algún tipo de conocimiento agregado. 

¿Cuánto más? La esfera izquierda del pensamiento está en la actualidad totalmente impotente para resolver el gran problema del siglo XXI: ¿Cómo creamos herramientas intelectuales efectivas para analizar una realidad tan compleja y contingente que pareciera escaparse de nuestra milenaria cognición? La crítica parece quedarse corta, siendo una herramienta que sirve para llegar a un punto específico, pero que llegado a un punto no logra crear nuevos puntos. 
Una postura intelectual más relacionada a la derecha se muestra más útil y no casualmente empieza a estar en auge desde la pandemia de 2020 (habría que considerar que el siglo XXI empezó en la década de los 20s). Ya no transformar la realidad, sino volver a estudiarla para crear herramientas. Entender que la realidad está compuesta de un orden "natural" que es la mera actualidad. Comprender que hay una realidad actual con hombres actuales, que tienen toda una forma de ejecutar que no puede ser extirpada, sino complementada en todo caso. Sintéticamente, entender que se llegó a un límite y que se retrocedieron muchos casilleros en lo que respecta al pensamiento. Simplemente, empezar de nuevo y retomar la curiosidad y la sorpresa que tan solo los niños tienen.
El viejo topo va a seguir enterrado en su madriguera subterránea mientras la serpiente se ríe de los desnudos que estamos, devorando todo a su paso sin resistencia alguna. 



viernes, 5 de enero de 2024

A callarse: La lección que nos deja Nick Land

 Este texto busca ser una descarada experimentación; una forma de perder la cabeza. Nick Land quiso hacer lo mismo, pero él cometió el gran error de incluir a las drogas en su fórmula. ¿Qué tienen ellas para ofrecerle a la actividad intelectual? Una absoluta nada. ¿Se puede tomar el argumento de que los antiguos griegos llegaban a sus refinadas y complejas conclusiones después de consumir litros de vino en interminables banquetes, o, quién sabe, consumir algún tipo de alucinógeno natural de forma involuntaria? ¿Se puede decir que Jesucristo no hizo más que ayunar en medio del desierto para llegar al límite mental de tener un sentimiento oceánico? Parece ser que siempre una mente creativa funciona mejor si es ayudada por algún químico exógeno. La única verdad es que las sustancias son un atajo que termina siendo totalmente inútil a la hora de producir teoría, partiendo de la base de que la misma sí o sí debe estar respaldada por la realidad material. 

Nick Land es un ejemplo vivo, una muestra consolidada de que atrás de los supuestos límites de la percepción no hay nada sino desordenadas repeticiones de todo lo que supimos absorber a través de los sentidos y procesar a través de la razón. En su tristemente célebre compilatorio "Fanged Noúmena" lo único que podemos apreciar es el lento descenso a la locura de un hombre que se convenció de que las anfetaminas y otras yerbas son el percutor que por fin va a derrumbar las paredes de la mente; aquel elemento que por fin va a poder superar a la limitada crítica moderna de una vez y para siempre. Gracias a la nueva herramienta, Land va a poder superar lo establecido y construir una filosofía radicalmente nueva, radicalmente fuera de este estado de cosas, radicalmente fuera de este mundo... o eso creyó. ¡Inocente él! Comenzó su pretencioso proyecto en el umbral de la década de los noventa, en los comienzos del corto fin de la historia que estamos viendo como llega a su fin en tiempo real. Y siguió casi 20 años en ese sendero sin ningún tipo de límites, llevando la experimentación gnoseológica cada vez más y más lejos. En sus textos podemos ver como, así como si fuese un espejismo de asfalto en los días de verano, su objetivo se le aleja todo el tiempo escurriéndose a través de sus ensayos que de a poco se van volviendo una mezcla entre literatura experimental y divagación psicodélica. 

La historia termina con nuestro subversivo autor internado en un hospital psiquiátrico con la imposibilidad de diferenciar si su enjambre de ideas inconexas son poderosas llaves que abren la puerta a una utopía en la cuál la realidad se acelera hasta desintegrarse y dejar un terreno libre de todo dique, listo para que las tecno-mentes puedan desplegar sin ningún tipo de limitación las infinitas posibilidades combinatorias (una gran pregunta sería: ¿es deseable un futuro de esta estirpe? ¿qué gana la humanidad y este gran ecosistema llamado planeta tierra con esta propuesta?) o si simplemente su abuso de drogas de todo tipo llegó demasiado lejos. 

En el punto crítico de este viaje nos encontramos con una mente torturada y la vez tortuosa que, creyendo que está dirigiéndose hacia una revolución cognitiva lanza líneas como la siguiente: 

"Absoluto tiene una única atribución rigurosamente no figurativa, que es la de Desterritorialización. Se elabora de varias formas, y siempre se resta.
¿Cómo podría Arche-Omega dejar de ser Dios para siempre?
La historia sólo sucede a conveniencia del Estado.
Macrosocialidad, metamemoria calendárica, alfabetización
Poder y Divinidad
La política es teología por detrás, donde se retuerce: si Dios no existe, ¿qué hay para impedir que esto suceda?
Aritmética. La unidad maquínica de eficiencia estratégica es al menos 2+n: díada esquizofusional
Gemelos celestes, más plusvalía subunitaria. Excedente para invertir actualmente.
Una violación perfeccionada. Yo-violación incestual.
Aniquilación que es a la vez"

Al final del recorrido nos encontramos con Land en una realidad alternativa a la nuestra llamándose a sí mismo con el nombre cabalístico Vauung. Vauung gira a observar una línea de tiempo en nuestra realidad actual y concreta. En dicha linea de tiempo está su hermana "la ruina", que pareciera ser nuestro autor escribiendo frenéticamente durante noches enteras de insomnio y alucinaciones, intentando llegar hacia ningún lugar, queriendo romper las barreras de la cognición. El compilatorio concluye con Vauung describiendo como la ruina colapsó y quedó encerrada en un "laberinto que no es más que un intrincado salón de espejos", para concluir que "a la ruina le faltaba astucia. Queda una cuestión de método no exactamente urgente, pero oscuramente apremiante". 

Aquel largo y destructivo experimento, al igual que este mismo texto, fue un largo desarrollo hacia ningún lugar específico. ¿Con qué fin se hace el desarrollo. Qué nos moviliza?. Síntoma de nuestra época, en la cuál parece ser que el zeitgest es justamente esa incomodidad tan difícil de describir y tan fácil de sentir: el querer traspasar la realidad establecida y saltearse los límites de la cognición misma. ¿Que lo impulsó a Land a llevar a cabo el proyecto "Fanged Noumena"? Al provocador de todo esto lo voy a llamar provisoriamente (y aprovechando la total libertad de este ensayo) impulso modernista.

El impulso modernista es una condición en la cuál los individuos buscan y necesitan casi como una droga que lo nuevo se produzca y manifieste. Lo nuevo siempre debe aparecer de forma continua, sin interrupciones. Si la producción frenética de lo nuevo se desacelera o directamente se estanca, es un retroceso y de forma inmediata genera un malestar que podríamos identificar con el esplín. 

Hoy en día vivimos en una época de exacerbado modernismo que permea en todos los aspectos de nuestra existencia. Vivimos en un estado de cosas claramente transicional; un umbral hacia otra cosa totalmente distinta. Todas las ideas, ideologías e instituciones que nos rodean parecen anacrónicas, enmohecidas, con fisuras. Todo aquello en lo que creemos nos parece, en mayor o menor medida, ooparts (aquel exótico acrónimo en inglés). 

Es lógico que las mentes quieran ensayar algún tipo de reacción hacia esa incomodidad devenida en esplín. Dicha reacción es noble, es válida, hasta incluso deseable porque delata que incluso en esta época tan complaciente y débil de espíritu (las causas de ello son otro tema aparte) hay un intelecto que sigue trabajando como lo hizo siempre. Ese motor para nuestra suerte no se detiene; incluso, ahora es global, colectivo, conectado a una sola red que circula la información en tiempo real. Sin ir más lejos, este texto está siendo publicado en un blog al que cualquier extraño va a poder acceder y tomar lo que le interese, o demolerlo a gusto. Pareciera ser que todo va bien y que no hay nada de qué preocuparse, pues intelectualmente la modernidad no estaría haciendo más que seguir su curso y el impulso modernista no sería mas que la demostración de ello. Pero el problema nos es conocido. El impulso modernista mas que disfrutarse, se padece. Es simple movimiento pero sin vector, es pura velocidad pero sin dirección; es un simple ensayo sin una sólida ontología por detrás. 

Este texto es la demostración de que la ensayística es un ejercicio inútil, que termina siendo llevado a sus extremos, un ejercicio estilístico, estético o literario. ¿Hacia donde van todas estas palabras que llevó un relativo esfuerzo conjugar, escribir y editar? Hacia el mismo lugar a donde va la cabeza de Nick Land: hacia un baldío vacío que está destinado a guardar aquellos trabajos que se quedaron encallados en el barro. 

Ya Vauung se lo advierte a su interlocutor terrenal: "Te falta astucia", le dice una y otra vez para que no vuelva a perder tantos días y noches en vano. Muchos años antes ya lo advirtió Descartes: Sólo importan los pensamientos clarificados y aquello que en tu mente están confusos y oscuros solo deben materializarse una vez hecho el trabajo correspondiente. Idea Villariño, alguien del tan lejano mundo de la poesía incluso lo percibe: "A callar, a callarse". 

Sólo debe ser dicho aquello que merece ser dicho. Estamos en un punto tan dramático del pensamiento (esto que llamamos posmodernidad) que lo que parece ser pedido desgarradoramente y a gritos por Vauung (Dios) es que nos callemos. El mandato divino parece ser que nos llamemos al silencio, que nos entreguemos a la meditación y que evitemos los embates el impulso modernista. 

No presiones más, impulso; sabemos lo que estamos haciendo. Hay que irse en retirada de un mundo vertiginoso. Desde el desierto apareció una vez alguien con revolucionarias ideas nuevas, y en el desierto hay no más que quietud. 


lunes, 27 de noviembre de 2023

Apuntes: El populismo de mercado de Javier Milei

¿Qué es el populismo? Atrás de esa pregunta hay ríos y ríos de tinta (analógica y digital) que se desvelan por contestarla. Todas las conclusiones parecen llegar más o menos al mismo lugar: Es, en primer lugar, un tipo de discurso (como indica María Esperanza Casullo en un libro citado hasta el hartazgo) que contrapone un "pueblo-nosotros" que debe luchar contra una "élite-ellos". Dicha gesta tiene que ser guiada por un "héroe-dirigente" que se ponga a la cabeza del proceso. El discurso basado en el "mito populista" parece tener una efectividad infalible para llevar al poder a la fuerza que logra encarnarlo de la mejor forma posible. 
En segundo lugar y una vez en el poder, el populismo también pasa a ser una forma de concebir el poder  el gobierno y el manejo de los recursos del estado (tesis sostenida por Ernesto Laclau, el pensador que más en serio se tomó por el momento esta temática). Todo debe estar, por lo menos cosméticamente, al servicio de beneficiar al pueblo y de perjudicar con la mayor vehemencia posible al que fue declarado enemigo del pueblo. Cuando se desencadena un proceso populista, asistimos a un momento en el cuál se deja de pensar al gobierno como una forma de ejecutar un proyecto a largo plazo que trascienda y se lo empieza a pensar como un ejecutor material del discurso populista que lo llevó al poder.

Al ser más una lógica discursiva que luego puede llegar a decantar (o no) en una operativa, el populismo puede ser tanto de izquierda como de derecha, tanto de centro como de extremos. La lógica esta allí, se muestra efectiva y puede ser usada por quien quiera aspirar al poder. El por qué resulta tan efectiva no debería ser una pregunta con respuestas rebuscadas. El populismo funciona allí donde hay una gran mayoría que se considere "pueblo-nosotros", es decir, que se sienta oprimida y desfavorecida por una élite voraz e injusta. 
Es con esta mirada que la historia se vuelve bastante clara. Los primeros populismos surgen en la segunda mitad del siglo XIX, al calor de la gran brecha que se abrió entre asalariados y propietarios. Varios de estos movimientos logran consolidarse y llegar al poder durante la primera mitad del siglo XX, alimentados principalmente por los ecos de la Gran Depresión. Las olas populistas merman luego del fin de la segunda guerra mundial y el inicio de los años de estado mixto (1945-1971), período en el cuál se buscó cambiar lo más posible el esquema de distribución de la riqueza generada, siempre con el fin de evitar que las tendencias comunistas tengan motivos para crecer. Finalmente, con el advenimiento del período neoliberal y posindustrial, recrudecen las asimetrías en la distribución tanto económica como informativa. No casualmente se vuelven a consolidar con fuerza sentimientos más uniformes de "pueblo-nosotros" en las grandes mayorías pauperizadas y asistimos desde iniciado el siglo XXI a una reproducción global a gran escala de populismos de todo tipo.
Mientras más se resientan las clases medias y más nos acerquemos a la pesadilla de una sociedad dual en la cuál hay una gran mayoría pauperizada versus una minoría poderosa y privilegiada, más se van a exacerbar las formas populistas.

Domingo 19 de nobviembre de 2023, Argentina

Contra todo pronóstico, gana las elecciones de segunda vuelta un candidato disruptivo, extraño, descontracturado. Todos se sorprenden; propios, ajenos, partidarios acérrimos de él y detractores a muerte de sus ideas, qué el viene expresando desde hace 5 años. Pareciera ser algo imposible de entender, casi un error en la mátrix, pero son cada vez más las excepciones en este siglo XXI que recién ahora parece empezar del todo; como siempre, Argentina se suma a las tendencias mundiales y las exagera hasta el límite. En este caso, una aplastante mayoría de casi el 60% proclama presidente a un anarco capitalista, una ideología que, como mínimo, es de un reducido nicho. ¿O deberíamos reformular esa afirmación y ponerla en pasado?. ¿Como fue posible que un conjunto de ideas que a priori son reducidas a un público minoritario hayan convencido a la gran mayoría de un país con más del 50% de pobreza? 

El nuevo (populista) mesías

Si nos concentramos únicamente en la línea editorial que el presidente electo tuvo en los últimos 5 años (y omitimos todo un sector paleolibertario, conservador y militarista que está desde hace años en su proyecto), podemos llegar a estar confundidos: se recicla el ya clásico mito populista con todos sus componentes, pero algo no nos cierra. El relato sigue su curso normal, están bien ubicados tanto las víctimas como los victimario, tan efectivos como siempre, sabiendo perfectamente qué rol tienen que cumplir. Aparece el héroe, haciéndose auto referencia, tan mesiánico como siempre, tan sabio, tan perfecto; talmúdico, puede dar respuesta a todos los problemas. Pero nos vamos a encontrar con una profunda ruptura. Esta vez es diferente.
El héroe populista siempre irrumpió de golpe haciendo operativa la eficiencia del discurso y prometiendo, siempre con palabras diferentes, usurpar el estado para volverlo a este una máquina de institucionalizar, es decir, que sea utilizado para integrar a las facciones del pueblo de la manera en la que ellos desean, o por lo menos llegar a algún intermedio entre lo posible y lo deseable por el pueblo. Es entonces que bajo el reinado de la máquina de institucionalizar populista, si las víctimas de esta historia son los trabajadores, el héroe va a poner los tentáculos del estado para absorber a los mismos y ponerlos bajo su órbita, es decir, institucionalizarlos. Si dentro del llamado "pueblo-nosotros" hay un sector LGBTI considerable, ¿por qué no crearles un ministerio directamente orientado a ellos y de esa forma ahogarlos de nuevo con tentáculos? Así hasta el infinito; siempre va a haber un excluido para institucionalizar. Eso es lo que festeja Ernesto Laclau y eso es lo que genera la fragmentación social de la posmodernidad y el capitalismo posindustrial. Este estado de cosas hace que los populismos sean cada vez más efectivos y por lo tanto numerosos. Parece ser una dinámica irresistible en la cuál el verdadero protagonista es el Estado en esta faceta. 
Surgió en en último tiempo una ola populista que consiste en criticar al progresismo globalista que actualmente parece ser un status quo que se debilita día a día. Las élites globalistas perversas quieren instalar una agenda anti natural que busca beneficiar a ciertas minorías al mismo tiempo que busca hacer volar por los aires valores tradicionales, así como llevar a cabo medidas aperturistas de la economía que destruyen esas economías locales que le dan de comer al pueblo, etcétera. Una vez en el poder gracias a la reformulación del mito, el nuevo héroe de derecha vuelve al Estado un mecanismo de defensa que se deja de pensar como una máquina que debe integrar a aquellos que están "por fuera" sino de consolidar a aquellos que se encuentran integrados y son mayoría. Entonces una operativa populista de derecha se encarga por ejemplo de aplicar proteccionismo económico para cuidar así los empleos de la mayoría, puede dar una línea política y discursiva en favor de la religión mayoritaria y la forma tradicional de familia; muy resumidamente, aquello que la mayor parte del pueblo (con énfasis en la mayor parte) quiera y piense es lo que determina el rol de un estado que toma forma de protector. 

Populismo de mercado

Javier Milei es un umbral en muchísimos sentidos que tienen que ser detallados ahora, en tiempo real y mientras todo está pasando. Es una figura que representa una gran ruptura con muchísimos cánones que todavía se arrastran del siglo XX y que, a pesar de ya mostrarse zombies, anacrónicos e inútiles para resolver muchísimos problemas totalmente nuevos, se siguen usando al no haber nada superador. Sin ser su proceso aún una revolución, tranquilamente podríamos considerarlo sin que parezca exagerado como el primer presidente del siglo XXI, en el sentido de representar un refresh tanto en las formas como en los contenidos para que estos se sientan nativos de la época que estamos viviendo, tan de transición, con cambios tan vertiginosos que no nos dan tiempo a crear lo nuevo y nos obligan a utilizar fundamentos que nos parecen lejanos, ajenos y pertenecientes a una época que se borró. ¿Qué tanto tiene que ver nuestro estado de cosas con el de nuestros abuelos o bisabuelos? ¿Qué hacemos entonces repitiendo las fórmulas que sirvieron con ellos entonces?

En todo el gran refresh que el economista está haciendo, también se ve tocado aquel mito populista que desde medidados del siglo XX funciona sin fisuras. Teniendo que ganar el apoyo del pueblo en un país con una centenaria tradición estatista y al mismo tiempo teniendo que ser oposición a un gobierno mezcla entre populismo progresista y populismo clásico, retocó la trillada fórmula del relato. Un pueblo que ve durante años como los autodenominados "héroes" no hacen más que usurpar al Estado como tesoro propio a costa de pauperizar la nación es un pueblo que se vuelve inmune al mito populista. Aquellos héroes de antaño ahora son una élite que vive una realidad paralela, y el Estado pasa a ser una empresa que esta élite usa para oprimir al pueblo; ya no es más una herramienta deseada sino una pesada mochila que todos cargamos y que no tiene más función que garantizar la buena vida de esta oligarquía parasitaria. 
Pero esta vez es diferente y llegamos a la ruptura. En el nuevo mito populista de Milei el estado ya no es más el garante del bienestar del pueblo. Por el contrario, el estado es indeseable porque es la guarida de las élites. El héroe viene a librar al pueblo de las élites (la "casta") y del estado opresor, confiscatorio y puesto al servicio de los intereses de esta reducida casta. Este mesiánico héroe promete ya no una máquina de institucionalizar e integrar, ya no un muro protector, sino una liberación a través del mercado. Si se le brinda al pueblo un mercado nacional interno libre de toda regulación, todos van a poder acceder a mayor cantidad y calidad de bienes y servicio, a mejores salarios, en síntesis, a una mejor calidad de vida (en términos capitalistas). Ya no se trata de tomar al estado por sorpresa para brindarselo al pueblo cuál Robin Hood. Se trata justo de lo contrario: librar al pueblo de un estado que se percibe como un elefante inútil y hasta peligroso. La promesa de "la libertad" que propone milei es una nueva forma de operar tanto el discurso como la forma de gobernar del populismo. El capitalismo logra absorber completamente a este fenómeno que parecía serle esquivo y nace así el populismo de mercado.

jueves, 12 de mayo de 2022

El pensamiento occidental o el día de la marmota.

 

APUNTES SOBRE EL LENGUAJE DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL

 

Por más que uno intente con todas sus fuerzas escapar de ese imán, mientras más se acerca, se da cuenta que no era un inocente imán, sino un agujero negro que todo lo absorbe. Nos estamos refiriendo al pensamiento griego antiguo. Cualquier pensamiento que uno tenga va a tener una réplica en algún pasaje de estas obras cumbres. Whitehead lo intuyó: “La filosofía occidental es una nota a pie de página de la obra de Platón”. No hace falta hacer una argumentación muy compleja para corroborar lo correcta que es esa frase. El lenguaje filosófico al que cualquier intelectual, pensador, crítico puede acceder está ya encapsulado en estos trabajos del siglo V. No hay mayor limitador del pensamiento que el lenguaje. Si sigue siendo exactamente el mismo, sólo queda la reproducción infinita de las mismas ideas, una y otra vez, con leves mutaciones o variaciones. Pero la base es la misma.

Se pueden rastrear a pensadores que acepten esta herencia-limitación y la reproduzcan con orgullo; otros llevan a cabo la reproducción sin siquiera darse cuenta o reflexionar sobre ello, y otros ponen el grito en el cielo ante esta problemática, y hacen una cantidad mareante y paranoica de piruetas a través de las palabras para tratar de escapar a toda costa del campo gravitatorio. Pero, recordemos siempre, es un agujero negro. Desde el inicio las cartas ya están tiradas en la mesa. Hasta la noción de crítica se encuentra en los antiguos, cuando Aristóteles se rebela furiosamente contra su maestro Platón. Entonces ¿Qué hacer? Por lo pronto, dejar de pensar a nuestra civilización occidental y su respectivo pensamiento como algo dinámico, cambiante y con una tendencia al progreso. Por el contrario, la occidental es una civilización que lleva ya más de cinco mil años estancada bajo los mismos preceptos, con algún que otro retoque. Los supuestamente profundos cambios de cosmovisión y de modelos socio-económicos que nos marcan las diferentes épocas podrían ser considerados cosméticos; simples modificaciones en las formas de relacionarse tanto interpersonalmente como con el estado de cosas natural-artificial. Pero las bases mismas en las que descansan las reflexiones de antiguos, medievales, modernos y nosotros, los contemporáneos, siguen intactas, impolutas.

El pensamiento crítico a veces peca de gastar una gran cantidad de energías en intentar revolucionar las nociones bajo las cuáles se ejerce dicha actividad. Pero por arriba está el lenguaje; nuestro lenguaje estancado. Entonces, por descuento, la inutilidad de los intentos. Son misiles con su pólvora totalmente mojada. Por más fuerte que sean lanzados, o por más vehementes que sean sus lanzadores –Nietzsche-, la explosión jamás se va a terminar de concretar.

No existe realmente el hacer exégesis de textos filosóficos ni derivados de la filosofía –ciencias humanas-. Todos los textos son una cadena infinita de re-lecturas que siempre vuelven al mismo agujero negro, y, por lo tanto, siempre son actuales. Lo único que varía es la edad de la reproducción. Todo texto de esta índole siempre parece ser actual. Aquella persona que lea un texto clásico, va a sentir que está viviendo el día de la marmota, y es por esta razón.

Un nuevo lenguaje no puede ser construido por una sola persona. Es una construcción interpersonal y que se a través de las épocas. No hay nuevo mesías en un apartado tan complejo de la humanidad. Por eso, el intelectual tiene siempre que volver a visitar a los textos clásicos, antiguos, originarios. Y allí se cumple el precepto bíblico. Todo lo que respecte a pensar se encuentra allí, en cada palabra, en cada pasaje, listo para ser re-interpretado nuevamente. Y de allí siguen las claves para comprender –pero no cambiar radicalmente- el estado de cosas actual.

jueves, 24 de marzo de 2022

Alternativismo o introducción al pre-renacimiento

 

Si hay algo totalmente nuevo en los últimos 30 años –post caída de la URSS y victoria total del liberalismo- es tener la certeza de que ya no hay más desierto en el cuál volverse salvaje, es decir, no queda en el planeta ningún territorio que no esté dominado por las concepciones básicas del sistema bocetado por Locke y después perfeccionado por muchas manos a lo largo del tiempo. No hay ningún lugar donde un grupo desertor pueda exiliarse y construir nuevamente a partir de nociones radicalmente distintas –si es que pudieron pasar la difícil barrera de poder crearlas-.

A este proceso se lo conoce bien y se lo suele llamar globalización: hasta el lugar más oculto e inaccesible del mundo está habitado por personas, y estas personas tienen los mismos códigos en mayor o menor medida. Lo particular que tiene este proceso es que presiona continuamente ya no a algún actor que sea radicalmente alternativo al sistema, sino que basta no cumplir con un solo ítem de lo que se considera “aplicar el sistema de forma correcta” para ya ser atacado de forma fría; ya no de forma militar –forma caliente-, sino de forma económica, política y cultural, en ese orden preciso. A este proceso se lo podría llamar cercamiento o enclousure. El modus operandi es el mismo que aplicaron los primeros burgueses capitalistas de la Inglaterra de la Primera Revolución industrial: Absorber primero lugares y después personas que funcionen de forma alternativa al funcionamiento del sistema dominante. Eso fue lo que hicieron –de forma mucho más bruta- los pioneros ingleses cuando ponían un cerco sobre las tierras comunales campesinas que todavía funcionaban de manera feudal, decretaban que a partir de ahora eran propiedad privada y, finalmente, echaban de ahí a los habitantes, quedando huérfanos tanto económica, como política, como culturalmente. Estos huérfanos fueron la primera generación de proletarios modernos; también pioneros.

El cercamiento no es un simple acto, sino más bien un dispositivo que se fue refinando con el pasar del tiempo hasta convertirse en lo que es hoy: un dispositivo que sirve para presionar tanto a personas, como a grupos, como incluso a estados enteros que se desvíen del guion de “como se tiene que aplicar el sistema”. Todo es cercable, sea material o sea ideal. Desde un hippie que renuncia a su trabajo y se va a vivir a una comuna en las sierras, un estado como Venezuela, hasta una ideología distinta como lo pueden ser el comunismo o el fascismo. El hippie termina teniendo que buscar un trabajo para conseguir cosas tan básicas como ropa, comida o –novedad- un celular y un plan de datos para usar redes sociales y publicar post e historias. Venezuela termina sin poder crear un sistema alternativo, por lo que, por no aplicar el manual punto por punto, se queda sin recursos, hace agua por todos lados, y termina cediendo, aplicando la versión más extrema y poco refinada posible de liberalismo como castigo. El comunismo y el fascismo se vuelven pseudo-ciencia; caprichos de adolescentes que no entienden cómo funcionan las cosas o la ideología de los enfermos mentales. Todo aquel que se desvíe aunque sea de forma mínima, tiene como destino ya no ser excomulgado, quedar desarraigado o incluso tener algún tipo de castigo terrible, sino más bien quedar como un animal de zoológico que no sigue la racionalidad humana básica. Algo así como Diógenes el perro viviendo en un barril, escupiéndole a la gente que pasa por la calle. 

La globalización es el cercamiento más grande que se hizo hasta ahora. Un cercamiento total, que abarca a todas las personas y a todos los territorios del planeta tierra. Sin excepciones. Es así como Margaret Thatcher se volvió Parravicini cuando predijo: “No hay alternativa”. Vio el proceso antes de que empiece de verdad.

Es así como, una vez cercada la famélica Unión Soviética de Gorbachov, ya no quedó territorio en el cuál volverse salvaje. Tal cercamiento hace que aparezcas ideas desesperadas, como las del libertario multimillonario Peter Thiel, cofundador de Paypal y miembro de la Élite de Silycon Valley, que quiere armar mega-islas en partes sin dominio de los océanos y que en ellas se aplique un anarco-capitalismo radical, o algo que se le ocurra en su quemada cabeza.

La claustrofobia que da el saber que ya no queda espacio alternativo en el planeta puede tentar a pensar en que la solución sea crear directamente nuevos espacios; pero el problema no se resolvería, debido a que la posibilidad de crear estos espacios –sea dominando la vía láctea o creando un nuevo espacio hiper-real a través de la tecnología de realidad virtual- está al alcance solamente de la élite actual. O sea, que sería la perpetuación de las bases del sistema, pero en espacios nuevos y muchísimo más controlados, es decir, una profundización del sistema y no una emancipación.

¿Cuál es la solución al gran cercamiento entonces? Pareciera ser algo que nos excede como personas que se mueven en estos primeros años del siglo XXI. Estamos en una crisis de creación, principalmente por tratar de interpretar un mundo posmoderno volátil con nociones de la modernidad más dura y estable. Si Marx se quejaba de que todo lo sólido se disolvía en el aire allá por la segunda mitad del siglo XIX, entonces en esta época hasta el mismo se disolvería al tratar de tomarle apunte al estado de cosas actual. Todo se está desarmando en partes cada vez más chicas, cuál rompecabezas gigante, y las piezas se unen unas con otras sin ningún tipo de prejuicio, ni orden, ni coherencia, de forma totalmente caótica. El tiempo ya no suele seguir la cronología moderna estable y larga de pasado, presente y futuro, sino que se piensa como un presente continuo en el que lo que ayer era importante hoy ya ni existe y lo que hoy urge mañana va a ser algo sin ningún tipo de significado ni peso. El dinero ya no se rige con la estabilidad del patrón oro, sino que se vuelve dinero fiat que mueve su valor segundo a segundo y del que no se sabe cuánto va a valer al día que sigue. La matriz de producción ya no es industrial, material y más o menos sencilla de entender, sino que es financiera, abstracta, encriptada y de la que –supuestamente- nadie puede tener control real; un leviatán pero que no está controlado por nadie. Completando la analogía, lo que antes era una pintura o una foto terminada y enmarcada, ahora es un rompecabezas en el que todas las piezas están desordenadas y mezcladas de formas que todavía no se pueden entender.

Una sensación de caos que posiblemente sintieron los primeros renacentistas cuando cayeron los primeros cañones de pólvora sobre Constantinopla. Lo que se conoce se está empezando a terminar sin vuelta atrás, pero, ¿qué sigue? El rompecabezas está ahí y lo mejor puede ser abrazar un alternativismo: dejar de querer acomodar las piezas tal como estaban antes, y ver cómo se están ordenando ahora, qué hay en esas formas nuevas. Asumir que la modernidad se está yendo, que no va a volver y que algo nuevo va a venir más rápido de lo que pensamos –si es que la humanidad pasa la prueba del cambio climático antes-. Resumidamente, saber que más que seguramente estemos en el mismo lugar que los que vieron a los otomanos entrando en la capital bizantina, y que en ese momento supieron en el fondo que el estado de cosas que conocían iba a ser atropellado. Ellos fueron los pre-renacentistas. Los que hicieron que tuvieron que empezar a pensar en levantar el guante; y seguramente esta sea una época de levantar el guante.

miércoles, 17 de noviembre de 2021

El siglo de las luces

 

El siglo de las luces

 

Le duelen los dientes por culpa de ese molesto bruxismo del que sufre, producto de estar todo el día corriendo de leones imaginarios.

Pareciese un chiste de mal gusto que su apellido sea Goyena y al mismo tiempo viva en un sucucho en la calle Pedro Goyena, ubicada en pleno corazón de Caballito. Dicha calle está repleta de hermosos y tupidos árboles y es lo suficientemente céntrica como para que las bocinas insoportables y los autos que suben y bajan atormenten su ya explotada cabeza y alimenten su cada vez más intenso bruxismo.

Aunque en su mente todo sea vértigo y una constante guerra de nervios contra los leones que prometen despedazarlo en cualquier momento en el que esté desprevenido, de su monoambiente lo único que sale es un silencio que desgarra, que corta la respiración. Uno acostumbrado a ruidos y colores al por mayor, llenando retinas futuramente (o ya totalmente) miopes y oídos con reducción de la escucha, llega al departamento de Goyena y se siente desnudo. La oscuridad es casi total (solamente aparece un halo de luz de la persiana entreabierta que da a la calle) y el silencio es abrumador, y llena todo el ambiente. Y cuando fue a visitarlo, López lo encontró ahí, acostado en su cama de una plaza que tiene al lado de la heladera y un poco más alejada de la computadora. Hacía tres años exactos que Goyena había decidido quedarse ahí hasta que la muerte lo separe del mundo, y López le llevó una torta para festejar un nuevo aniversario.

Lo primero que notó apenas observó a su más íntimo amigo fue lo más evidente: el olor a quemado y la dentadura por la mitad, también una especie de aserrín dental, o algo parecido, desperdigado por el piso. Otra víctima más de la epidemia de bruxismo.

-Te traje un medicamento para tu problema. Lo están publicitando mucho en la tele y parece ser que a muchas personas le está sirviendo.

No halló respuesta de su escuchante.

-Ahí prendo la computadora y te muestro la publicidad, mientras agarra un pedazo de torta, que la traje para que comas, no como una decoración.

Siguió hablando solo, como a una pared. Pero mientras sacaba todos los platos sucios del escritorio donde estaba la PC y le sacaba el polvo a la CPU para finalmente prenderla, Goyena se levantó lentamente para aprovechar el regalo de aniversario. Una torta de siglo con 9 capas de colores y relleno también de colores. La primera capa, verde con azul con amarillo con violeta con rojo; la segunda capa, naranja con lila con magenta con celeste con negro; y finalmente por dentro, un marmolado de verde salmón, marrón, celeste nuevamente, violeta platinado, rojo, violeta, amarillo, azul, verde, celeste, naranja, amarillo, rojo, azul, gris, marrón, violeta. Sintió nuevamente leones detrás de él, pero se esforzó inhumanamente para no rechinar los dientes enfrente de López. Es bastante estricto con eso y si lo hacía seguro iba a tener que escuchar reproches y quejas por varios minutos. Siguió prefiriendo el silencio tenso de su parte. Suspiró y cerró los ojos por unos segundos. El fosfeno lo invadió hasta el punto en el que no supo diferenciar esa leve molestia de un desprendimiento de retinas. Abre los ojos nuevamente, está todo en orden. Solo fosfeno, hace mucho no lo sufría; por el momento no hay que llamar a emergencias. Suspira nuevamente y extraña su viejo monoambiente de hace media hora atrás, totalmente oscuro.

-Por fin encontré esta publicidad de mierda; los algoritmos la esconden. Pareciese a propósito.

-Pareciera.

Estaba por dar play al video, pero antes López levantó la mirada y vio a su inmóvil anfitrión con la cabeza gacha, esforzándose por mantenerse sentado, se mantuvo en silencio hasta que este atinó a mirarlo a la cara

-Estás más hablador que de costumbre.

Por fin dejó de posponer la reproducción de la publicidad, que, nos enteramos luego, ganó el premio Pulitzer de aquel año en el apartado que le correspondía. Dijo la terna que se encargó de la elección y la entrega del galardón: “Este premio es merecido y por mucha diferencia. La delicadeza, el decir mucho con poco siempre debe ser debidamente valorado. Es admirable que, incluso, hayan podido revivir el movimiento rococó en algo que debería –o pareciera- ser tan poco profundo y banal como una publicidad. Las pequeñas revoluciones empiezan siempre en el lugar más insospechado, y creemos que estamos justo en ese lugar”.

Se sintió como un ataque de muerte a los sentidos; un napalm si fuésemos un poco más viejos; una Spinning Jenny si fuésemos obreros allá en el Lancashire húmedo y lluvioso de hace 250 años atrás. La fábrica, las jornadas de 16 horas de lunes a domingo, la suciedad, 5 chelines que alcanzan solamente para supervivir con lo mínimo indispensable para no morir de inanición. Pero somos más jóvenes que nunca, y seguramente tu máxima preocupación sea qué remera vas a usar mañana. Hay más de 15 en tu placar, y cada día se suman más; pero están en desuso. Son Pedazos de tela que ya están anacrónicos, fuera de moda, moda que pasa cada vez más rápido.

-La moda está en un proceso híper- inflacionario- , descubrió Goyena en sus más profundos y ágiles pensamientos mientras en cámara lenta la publicidad iba apareciendo, fotograma por fotograma. La remera que tenía puesta anteayer ya está afuera y tiene que ser guardada en el placar, junto con las, ahora, 17. La moda cambia 4 veces por día últimamente, calculan los más prestigiosos economistas y las más confiables consultoras.

¿La publicidad? Una obra exquisita del neo-rococó, de la sutileza, de la sencillez. La música y las voces en unos 160 decibeles, tan solo colores fluorescentes con énfasis en el verde, y un solo y claro mensaje “BRUXISMO NO. BRUXISMO NO. ATENCIÓN”. El logo del medicamento, el logo del laboratorio responsable, 10 segundos de duración.

Sangre en los oídos, sintió sangre cayendo de sus oídos. Giró a ver a López, vio sangre en sus oídos. Sus ojos, llorosos y rojos. Le pidió por favor que se vaya. Le agradeció, con las pocas fuerzas que le quedaban la torta y la preocupación de traerle el famoso medicamento (que en estos minutos está siendo el más vendido de toda Europa Continental). La puerta se cerró y pensó seriamente en tomar una decisión verdaderamente trascendente de una vez por todas. La solución final, su salto de fe: cerrar un poco más la persiana y poner paneles acústicos al monoambiente, para que de esa forma callar las bocinas, por lo menos artificialmente. Pero primero, secarse la sangre de los oídos, que manchó el piso y un poco también su nueva remera.

 

De la luz a la sombra

Evidentemente, la estética parece ser una cosa misteriosa –y quizá irracionalmente- importante para los humanos; y si no, pregúntenle a Mickey Rourke, ex sex simbol devenido a paria de Hollywood por una cirugía mal hecha; o a las millennials que estuvieron semanas enteras sin comer, o chupando cubos de hielo, o vomitando en los baños producto de ataques incontrolables de bulimia para alcanzar los cánones extremos que aparecieron en esa época más salvajes que nunca. Esa es la estética obrando en nuestro comportamiento, en nuestras jerarquías, en nuestra cultura, y, por qué no, en nuestra autodestrucción.

La actividad estética más trascendente que un humano puede realizar es el arte en todas sus variantes y profundidades. Un movimiento artístico es mucho más que una simple formalidad, o un capricho de la teoría o de la catalogación: es una materialización de una forma de ver el mundo dentro de un período histórico concreto. Si queremos terminar de pulir el entendimiento de x período de la historia, más que concentrarnos en las acciones y en la psicopatía de “los grandes hombres” o incluso en hacer el intento de reconstruir la insípida y miserable vida de diaria de los humanos de a pie, deberíamos desviar todo el foco a la revisión de la producción artística de ese lapso; porque en esa actividad, mitad lúdica y mitad tortuosa de parir una obra de arte, se deja plasmado el más profundo de los entendimientos de cómo se vive y siente dicha época, o lo que los alemanes llamaron zeitgeist.

En la modernidad hubo dos movimientos artísticos que definieron a la misma, y que, luego de finalizado el proceso histórico en el que se desenvolvieron, siguieron volviendo en forma de reciclaje y turnándose en lo que respecta a ser la forma generalmente más aceptada de concebir lo artístico: El barroco versus el rococó.

El barroco se extendió entre el siglo XVI y principios del XVIII, caracterizándose principalmente por el exceso. Acorde al zeitgeist de ese momento, todo se sobre-producía, buscando darle la mayor complejidad y profundidad posible a cualquier actividad artística, en una especie de búsqueda por la trascendencia, que nuevamente pasaba a estar en manos del hombre luego de tantos siglos. Desde mediados del XVIII hasta finales del mismo, surgió un movimiento que era la contra a los excesos del barroco: El rococó. Un movimiento que tuvo como principal rasgo la sutileza. Dentro del rococó, menos es más. Los colores son suaves, los temas son mundanos y la actitud que emana de las obras que están dentro de esta clasificación son livianas y desprejuiciadas. Surgido en Francia, más que un movimiento artístico, fue una primera rebelión de las burguesías –que años después iba a hacer la revolución más importante de la modernidad-. Si el barroco era el movimiento tomado y aceptado por las monarquías absolutistas, el rococó fue la primera forma realmente efectiva que tuvieron a mano las burguesías para diferenciarse de sus antagonistas. Antes del surgimiento de este movimiento, la estrategia era otra y fue fallida: intentar a toda costa ser y parecerse a la realeza, que siempre cambiaban las reglas de juego estéticas para dejar en ridículo a los aspirantes de llegar a ese status. Pero a partir de la aparición del rococó, los burgueses se dedicaron a construir y reivindicar este gusto propio, en un deseo de ser ellos ahora los que se diferencian.

Los burgueses concretaron este proceso de diferenciación con una importante revolución en Francia, con varias banderas importantes que se enmarcan dentro de lo que es la ilustración –como por ejemplo el liberalismo, la exaltación de la razón y la división de poderes-, y también con la fina bandera del rococó, que quedó plantada de una u otra forma en el marco de la modernidad, no como movimiento específico, sino como una actitud de reacción a los sucesores del barroco, que pecan del mismo exceso o incluso buscan superarlo.

Ejemplos de este proceso cíclico hay muchos y muy variados: Podemos mencionar al romanticismo como respuesta al neoclasicismo de raíces barrocas; a las vanguardias de principios del siglo XX como búsqueda de diferenciación ante los excesos de las expresiones artísticas de la época del imperialismo; a la música punk como reacción de corte rococó a la música progresiva de principios de los 1970; al grunge como cachetazo a la estética de los años 1980, y cómo la década de 1990 es enteramente una respuesta a la parafernalia de la anterior.

Pareciese ser que la concepción y posterior producción del arte de la modernidad está marcada por la intercalación entre la visión barroca y la visión rococó. Y hay que agregar otra dimensión importante: Mientras lo barroco se nutre de los juegos lumínicos y de un espectro lo más amplio posible de sonidos, el rococó prefiere presentarse como una reivindicación de los colores rebajados y por una insistencia en los silencios. 

Pero estamos viviendo actualmente en una ruptura muy ambigua de esta dinámica.

 

Shanzhai

Algo se está desintegrando en este siglo XXI, y pareciese ser la modernidad. Esta no fue aún reemplazada ni se la puede considerar para nada un período finalizado, pero sí, siendo testigo en tiempo real, parece estar en todos lados la sensación de que está tomando una velocidad que está al borde de escaparse de la compresión humana, que, no perdamos nunca de vista, sigue siendo en términos biológicos la misma de aquellos cazadores-recolectores que pasaban el día buscando alimentos y haciendo sociales con no mucho más de 150 personas a lo largo de toda su vida; procesando muy poca información, en otras palabras.

Este drástico aumento de la velocidad del proceso está provocando que el mismo se comience desintegrar debido a ese insostenible ritmo. Y tal como cuando en la física nos acercamos hacia la velocidad máxima, que es la de la luz, empieza a torcerse lo que consideraríamos “lógico”, empiezan a aparecer mutaciones y grietas que son difíciles de comprender con los elementos cognitivos que poseemos, ya obsoletos y defasados 

Ejemplos hay demasiados porque abarcan todo el tejido de lo humano. Uno muy interesante es como se está viendo una mutación del ciclo estético-artístico típico de la modernidad.

A fines de los 1990, se estaba experimentando un nuevo proceso con fuertes tendencias barrocas, con un popular álbum llamado “Ok Computer” de la banda Radiohead como estandarte. Pareciese que la repentina explosión de las punto com a mediados de esa década produjo una sensación de inconmensurabilidad, que fue traspasado al arte en todo tipo de expresiones. Incluso en los logos de las grandes marcas, en las vestimentas que se usaban, en los videojuegos más demandados de aquellos años y en el extraño fetiche por los gráficos poligonales típico de aquel momento. Toda expresión artística parecía querer plasmar de una forma u otra la sorpresa que provocaban las nuevas tecnologías.

Este revival cíclico del barroquismo empezó a agotarse entre mediados y fines de la primera década de los 2000. Pero el ciclo parece estar rompiéndose por primera vez desde que se dio por iniciada la modernidad.

La irrupción hegemónica de un ritmo extremadamente sencillo como lo es el dembow puertorriqueño, la llegada del minimalismo como criterio visual generalizado, el acortamiento cada vez mayor de la cantidad de caracteres que se utilizan en las producciones literarias y la reducción de los tiempos en las producciones audiovisuales tendría que ser considerado como un típico advenimiento de la lógica rococó, pero hay un gran obstáculo: la simultánea aparición del Smartphone y de las cuatro redes sociales más importantes –facebook, youtube, twitter, Instagram-

El ciclo rococó actual no termina de ser tal por dos factores: El primero, la presencia totalizante de los teléfonos inteligentes, que son ante todo una presencia lumínica; una continua estimulación de la retina que nos deja muy pocos momentos de frente a la oscuridad o a las luces tenues, condición indispensable para reposar la mente y producir sutilezas desde la imagen. El segundo, el fin de los momentos de silencio, generado por la facilidad para acceder a contenidos audiovisuales cortos. Esta combinación letal hace que ya no haya prácticamente momentos para tener introspecciones, necesarias para producir arte, y que mucho menos haya un hueco para producir arte enmarcado dentro del rococó, que necesita de la pausa, del silencio y de la tenuidad para surgir.

Es así como la música y los videos son cortos y generalmente sencillos, pero carecen de silencio y sutileza, apelando a las altas ganancias y compresiones en el sonido y a los colores saturados en la imagen; excesos ambos. Queda un híbrido: el exceso del barroco en las formas, la liviandad del rococó en los contenidos, y ninguno de los dos extremos se termina de completar. Se saturan los ojos y los oídos sin descanso alguno, pero esto no se traduce en mayor complejidad, sino todo lo contrario.

Y cada vez este nuevo y extraño ciclo híbrido se redobla a sí mismo, sin un aparente final, yendo de la mano con esta aparente etapa final de la modernidad, exacerbada, veloz y desintegradora, en la cual todo lo que antaño podía contraponerse para mantener cierto equilibrio ahora se fusiona, generando combinaciones impredecibles. En lo artístico, la fusión de lo barroco y lo rococó, en China, un arrasador sistema que fusiona al socialismo con el capitalismo, en la cultura, el pastiche posmoderno y el cada vez más aceptado Shanzai. Las fronteras se desdibujan, los colores se mezclan, el ciclo vida-muerte cambia de limitaciones; como dijo un visionario: “Todo lo sólido se disuelve en el aire”.

El nuevo mesías

Parece ser urgente y necesario que surja un movimiento de corte rococó que haga el contrapeso a tanta complejidad y exceso lumínico y sonoro, y la única solución parece ser retornar a un hábito que antes era natural y que ni siquiera podía ser omitido como ahora: Estar en silencio. Retroceder varios pasos y callar. Bajar las persianas y estar a oscuras. Este pareciese ser el verdadero acto revolucionario en el siglo XXI, y ya no tomar las armas. O por lo menos, el primer acto revolucionario que está al alcance de cualquier persona.



Transición de barroco (1998-2003) a rococó (2008-actualidad) en el logotipo de Pepsi



Transición de barroco (2004-2009) a rococó (2013-actualidad) del logotipo de Firefox