martes, 23 de enero de 2024

Miseria de los intelectuales. La desesperada búsqueda del "hombre nuevo" y el agotamiento del pensamiento de izquierda

INTELECTUALISMO DE IZQUIERDA

Un intelectual lo primero que debe hacer es descartar la actitud de personas como Theodor Adorno. 
Aquel marxista judío que huyó de la Alemania nazi por razones evidentes y que no tuvo más opción que aterrizar en la Hollywood de los años cuarenta es el fiel reflejo de lo que alguien que tiene el capricho de analizar la realidad de forma incisiva NO DEBE SER JAMÁS, por lo menos en este complejo siglo XXI que atravesamos y q: 

Como buen viejo topo de primera mitad del siglo XX, esperaba pacientemente en una trinchera con forma de pozo que las condiciones para la revolución proletaria aflorasen, y ahí poder aparecer ansioso en la superficie a sumarse al nuevo y soñado mundo. Fue mucha su desesperación cuando halló en su nuevo hogar (Hollywood) a la típica cultura de masas estadounidense asentando a fuego las bases del capitalismo liberal en las mentes de todo occidente. Efectivamente, día a día estaban tapando el techo de su trinchera para dejarlo tanto a él como a sus compañeros para siempre bajo tierra, con riesgo de ya no poder volver a ver la luz nunca más. Los sueños de una revolución emancipatoria se hundían más y más mientras la cultura de masas se desarrollaba y sofisticaba a una velocidad exponencial. 

¿Qué haría usted si estuviese en la posición de Adorno, es decir, si viese en tiempo real que lo están enterrando bajo tierra estando aún vivo? Tiene tan solo dos opciones: Entender la lógica de por qué lo están enterrando, es decir, por qué es que no tiene la razón o reaccionar y decir (eso si, con palabras cultas y complejas de tanto haber leído filosofía) que los que están tapándolo son unos estúpidos con el cerebro atrofiado por lo mainstream. 

Adorno tomó el segundo camino, e hizo monumentales esfuerzos junto con su ladero Max Horkheimer para explicar por qué las masas están equivocadas y son sistemáticamente idiotizadas por la cultura de masas. No importa a qué conclusión llegan, lo que importa verdaderamente es la operación que hacen, que se puede resumir en lo siguiente: Como las masas no hacen lo que nosotros queremos, las masas son idiotas y están equivocadas. Eso es lo único que queda atrás de todo un empapelado barroco y teórico, con una sofisticada redacción al estilo alemán y muchas alegorías. Pero el mensaje es uno solo y termina quedando bien claro. 

¿Es acaso esto lo que hace un intelectual? ¿Decirnos que somos estúpidos por no seguir ciertos parámetros de calidad de pensamiento? ¿Quién coloca esos parámetros? ¿Acaso la gente de a pie es un árbol de Andry que debe ser domesticado? 
Árbol de Andry. El árbol somos nosotros y el palo son los intelectuales.  




Esta actitud se reprodujo sin cesar desde la segunda mitad del siglo XX. Un tipo de paradigma intelectual que es marcadamente de izquierda, siendo la izquierda la orientación filosófica que, tal como indicaba Marx "No quiere estudiar el mundo, sino transformarlo". "Izquierda" es la forma que aún conservamos de identificar este tipo de pensamientos político-filosóficos. Si hay un orden natural (la realidad, lo que ya está dado en el presente en el que se piensa) que no nos parece satisfactorio, un impulso de izquierda lo que va a hacer es querer "corregir" aquello que es indeseable. El intelectualismo de izquierda se rehúsa a trabajar con los insumos que la realidad le presta; se niega rotundamente a pensar teniendo en cuenta las cosas tal y como son, tal como están dadas. En cambio, puede darse la libertad de crear desde cero cualquier tipo de sistema cerrado que se adecúe a sus pretensiones. 

HOMBRE ACTUAL Y DOCTRINA DEL HOMBRE NUEVO

Esta forma de construir no es innata del siglo XX, cabe aclarar. Es una herencia de larga data, pero que tiene su punto cúlmine hacia fines del siglo XVIII, con el auge de la ilustración. Todos aquellos que contribuyeron en la creación de todo el cuerpo teórico que derivó en la revolución francesa (1789) y su posterior terror jacobino (1792-1794) fueron intelectuales marcadamente de izquierda. El ejemplo más acabado de esta forma de concebir -manipular- la realidad es el sistema cerrado que crea Jean Jacques Rousseau a lo largo de sus obras. Rousseau consideraba que la realidad que él estaba habitando era indeseable por una gran cantidad de motivos que no tiene mucho sentido detallar acá (para más esclarecimiento, simplemente, tomarse el trabajo de leer la obra del autor). Entonces resolvió creando todo un sistema a gusto y piacere en el cuál la gente hace lo que él pretende que hagan, como si fuesen una especie de legos. Si uno lee a Rousseau, la solución a un estado de cosas lamentable es tan sencilla como crear todo un sistema desde cero y persuadir a la gente para que ejecute a rajatabla tal sistema. Sin ser ingenuo, se topa con el inconveniente de que las personas no son esa famosa tabula rasa y tienen tras de sí toda una joroba de cultura, tradiciones e instituciones que condicionan bastante la imposición de un orden radicalmente diferente. Rousseau resuelve fácilmente: la solución es la pedagogía. Se debe educar desde cero a los niños, desde su nacimiento hasta bien entrada la niñez. De esta forma vamos a poder crear "hombres nuevos" que se amolden al orden deseado. Toda esta concepción de la pedagogía se encuentra comprimida en su obra "Emilio". 
La doctrina de crear un "hombre nuevo" que tiene su punto cúlmine en Rousseau no queda en el mero plano teórico, sino que, si es adoptada por actores que están dispuestos a plasmar en la realidad lo dicho en los libros puede terminar en grandes tragedias. El terror jacobino es el ejemplo más nítido de cómo terminan estas experiencias. Una vez en el poder, el grupo revolucionario busca establecer las bases para la nueva sociedad; se topa con un indeseable "hombre actual" que rehúye con todas sus fuerzas de las directrices que lo van a llevar hacia un nuevo orden. El hombre actual se aferra como puede a su orden natural, a aquel orden que le da estabilidad y que le permite darle sentido a su mundo. Los revolucionarios, al no encontrarse con personas maleables, con los legos que imaginaban, terminan tarde o temprano recurriendo a la violencia y a purgas sistemáticas con la esperanza de un día quedarse con los insumos útiles y de haber exterminado de una vez y para siempre a insumos incompatibles con un nuevo sistema. 

El hombre nuevo es una mera construcción teórica que surge de adoptar una postura intelectual de izquierda. Si uno no quiere "estudiar el mundo, sino transformarlo", a la hora de transformarlo se va a topar con una maraña de actualidades reproducidas por hombres actuales. La única forma de que construcciones teóricas de este tipo no se derrumben es moldeando el hombre que necesitemos. Los actores que quieren plasmar el sistema o (en el peor de los casos) teoría del autor se van a topar con la mismísima realidad que les rechaza. Robbespierre, Lenin, Stalin, Mao y algunos otros más siguen esta línea de razonamiento, que se extiende entre los siglos XVIII y primera mitad del XX. Los resultados están escritos con sangre en los libros de historia.

Luego de la segunda guerra mundial ingresamos de forma definitiva a la etapa posmoderna del pensamiento, en la cuál se nos es imposible (por el momento) pensar en sistemas totalizantes que puedan por sí mismos darles sentido al estado de cosas. Las ciencias humanas se desgajan dramáticamente hasta quedar múltiples disciplinas esparcidas por todos lados, ninguna llegando a tener una relevancia suficiente para darle un marco teórico básico a una realidad que cada día es más distante a la de los pioneros de los siglos modernos (XVII, XVIII, XIX). La filosofía así deriva tristemente en sociología (sólo se puede estudiar a lo social, a lo totalmente humano) y en una nutrida tradición ensayística que trae varios problemas. Esta tendencia hizo que el intelectualismo de izquierda también adopte una tradición netamente crítica y ensayística, abandonando de forma casi definitiva el afán por transformar la realidad, no por falta de deseo, sino por no tener ya la posibilidad de crear sistemas cerrados desde cero. Adorno es, considero, el ejemplo definitorio de este intelectualismo de izquierda posmoderno: meros juicios críticos y analíticos que describen cierto aspecto de la sociedad, pero que no logran sumar algún tipo de conocimiento agregado. 

¿Cuánto más? La esfera izquierda del pensamiento está en la actualidad totalmente impotente para resolver el gran problema del siglo XXI: ¿Cómo creamos herramientas intelectuales efectivas para analizar una realidad tan compleja y contingente que pareciera escaparse de nuestra milenaria cognición? La crítica parece quedarse corta, siendo una herramienta que sirve para llegar a un punto específico, pero que llegado a un punto no logra crear nuevos puntos. 
Una postura intelectual más relacionada a la derecha se muestra más útil y no casualmente empieza a estar en auge desde la pandemia de 2020 (habría que considerar que el siglo XXI empezó en la década de los 20s). Ya no transformar la realidad, sino volver a estudiarla para crear herramientas. Entender que la realidad está compuesta de un orden "natural" que es la mera actualidad. Comprender que hay una realidad actual con hombres actuales, que tienen toda una forma de ejecutar que no puede ser extirpada, sino complementada en todo caso. Sintéticamente, entender que se llegó a un límite y que se retrocedieron muchos casilleros en lo que respecta al pensamiento. Simplemente, empezar de nuevo y retomar la curiosidad y la sorpresa que tan solo los niños tienen.
El viejo topo va a seguir enterrado en su madriguera subterránea mientras la serpiente se ríe de los desnudos que estamos, devorando todo a su paso sin resistencia alguna. 



viernes, 5 de enero de 2024

A callarse: La lección que nos deja Nick Land

 Este texto busca ser una descarada experimentación; una forma de perder la cabeza. Nick Land quiso hacer lo mismo, pero él cometió el gran error de incluir a las drogas en su fórmula. ¿Qué tienen ellas para ofrecerle a la actividad intelectual? Una absoluta nada. ¿Se puede tomar el argumento de que los antiguos griegos llegaban a sus refinadas y complejas conclusiones después de consumir litros de vino en interminables banquetes, o, quién sabe, consumir algún tipo de alucinógeno natural de forma involuntaria? ¿Se puede decir que Jesucristo no hizo más que ayunar en medio del desierto para llegar al límite mental de tener un sentimiento oceánico? Parece ser que siempre una mente creativa funciona mejor si es ayudada por algún químico exógeno. La única verdad es que las sustancias son un atajo que termina siendo totalmente inútil a la hora de producir teoría, partiendo de la base de que la misma sí o sí debe estar respaldada por la realidad material. 

Nick Land es un ejemplo vivo, una muestra consolidada de que atrás de los supuestos límites de la percepción no hay nada sino desordenadas repeticiones de todo lo que supimos absorber a través de los sentidos y procesar a través de la razón. En su tristemente célebre compilatorio "Fanged Noúmena" lo único que podemos apreciar es el lento descenso a la locura de un hombre que se convenció de que las anfetaminas y otras yerbas son el percutor que por fin va a derrumbar las paredes de la mente; aquel elemento que por fin va a poder superar a la limitada crítica moderna de una vez y para siempre. Gracias a la nueva herramienta, Land va a poder superar lo establecido y construir una filosofía radicalmente nueva, radicalmente fuera de este estado de cosas, radicalmente fuera de este mundo... o eso creyó. ¡Inocente él! Comenzó su pretencioso proyecto en el umbral de la década de los noventa, en los comienzos del corto fin de la historia que estamos viendo como llega a su fin en tiempo real. Y siguió casi 20 años en ese sendero sin ningún tipo de límites, llevando la experimentación gnoseológica cada vez más y más lejos. En sus textos podemos ver como, así como si fuese un espejismo de asfalto en los días de verano, su objetivo se le aleja todo el tiempo escurriéndose a través de sus ensayos que de a poco se van volviendo una mezcla entre literatura experimental y divagación psicodélica. 

La historia termina con nuestro subversivo autor internado en un hospital psiquiátrico con la imposibilidad de diferenciar si su enjambre de ideas inconexas son poderosas llaves que abren la puerta a una utopía en la cuál la realidad se acelera hasta desintegrarse y dejar un terreno libre de todo dique, listo para que las tecno-mentes puedan desplegar sin ningún tipo de limitación las infinitas posibilidades combinatorias (una gran pregunta sería: ¿es deseable un futuro de esta estirpe? ¿qué gana la humanidad y este gran ecosistema llamado planeta tierra con esta propuesta?) o si simplemente su abuso de drogas de todo tipo llegó demasiado lejos. 

En el punto crítico de este viaje nos encontramos con una mente torturada y la vez tortuosa que, creyendo que está dirigiéndose hacia una revolución cognitiva lanza líneas como la siguiente: 

"Absoluto tiene una única atribución rigurosamente no figurativa, que es la de Desterritorialización. Se elabora de varias formas, y siempre se resta.
¿Cómo podría Arche-Omega dejar de ser Dios para siempre?
La historia sólo sucede a conveniencia del Estado.
Macrosocialidad, metamemoria calendárica, alfabetización
Poder y Divinidad
La política es teología por detrás, donde se retuerce: si Dios no existe, ¿qué hay para impedir que esto suceda?
Aritmética. La unidad maquínica de eficiencia estratégica es al menos 2+n: díada esquizofusional
Gemelos celestes, más plusvalía subunitaria. Excedente para invertir actualmente.
Una violación perfeccionada. Yo-violación incestual.
Aniquilación que es a la vez"

Al final del recorrido nos encontramos con Land en una realidad alternativa a la nuestra llamándose a sí mismo con el nombre cabalístico Vauung. Vauung gira a observar una línea de tiempo en nuestra realidad actual y concreta. En dicha linea de tiempo está su hermana "la ruina", que pareciera ser nuestro autor escribiendo frenéticamente durante noches enteras de insomnio y alucinaciones, intentando llegar hacia ningún lugar, queriendo romper las barreras de la cognición. El compilatorio concluye con Vauung describiendo como la ruina colapsó y quedó encerrada en un "laberinto que no es más que un intrincado salón de espejos", para concluir que "a la ruina le faltaba astucia. Queda una cuestión de método no exactamente urgente, pero oscuramente apremiante". 

Aquel largo y destructivo experimento, al igual que este mismo texto, fue un largo desarrollo hacia ningún lugar específico. ¿Con qué fin se hace el desarrollo. Qué nos moviliza?. Síntoma de nuestra época, en la cuál parece ser que el zeitgest es justamente esa incomodidad tan difícil de describir y tan fácil de sentir: el querer traspasar la realidad establecida y saltearse los límites de la cognición misma. ¿Que lo impulsó a Land a llevar a cabo el proyecto "Fanged Noumena"? Al provocador de todo esto lo voy a llamar provisoriamente (y aprovechando la total libertad de este ensayo) impulso modernista.

El impulso modernista es una condición en la cuál los individuos buscan y necesitan casi como una droga que lo nuevo se produzca y manifieste. Lo nuevo siempre debe aparecer de forma continua, sin interrupciones. Si la producción frenética de lo nuevo se desacelera o directamente se estanca, es un retroceso y de forma inmediata genera un malestar que podríamos identificar con el esplín. 

Hoy en día vivimos en una época de exacerbado modernismo que permea en todos los aspectos de nuestra existencia. Vivimos en un estado de cosas claramente transicional; un umbral hacia otra cosa totalmente distinta. Todas las ideas, ideologías e instituciones que nos rodean parecen anacrónicas, enmohecidas, con fisuras. Todo aquello en lo que creemos nos parece, en mayor o menor medida, ooparts (aquel exótico acrónimo en inglés). 

Es lógico que las mentes quieran ensayar algún tipo de reacción hacia esa incomodidad devenida en esplín. Dicha reacción es noble, es válida, hasta incluso deseable porque delata que incluso en esta época tan complaciente y débil de espíritu (las causas de ello son otro tema aparte) hay un intelecto que sigue trabajando como lo hizo siempre. Ese motor para nuestra suerte no se detiene; incluso, ahora es global, colectivo, conectado a una sola red que circula la información en tiempo real. Sin ir más lejos, este texto está siendo publicado en un blog al que cualquier extraño va a poder acceder y tomar lo que le interese, o demolerlo a gusto. Pareciera ser que todo va bien y que no hay nada de qué preocuparse, pues intelectualmente la modernidad no estaría haciendo más que seguir su curso y el impulso modernista no sería mas que la demostración de ello. Pero el problema nos es conocido. El impulso modernista mas que disfrutarse, se padece. Es simple movimiento pero sin vector, es pura velocidad pero sin dirección; es un simple ensayo sin una sólida ontología por detrás. 

Este texto es la demostración de que la ensayística es un ejercicio inútil, que termina siendo llevado a sus extremos, un ejercicio estilístico, estético o literario. ¿Hacia donde van todas estas palabras que llevó un relativo esfuerzo conjugar, escribir y editar? Hacia el mismo lugar a donde va la cabeza de Nick Land: hacia un baldío vacío que está destinado a guardar aquellos trabajos que se quedaron encallados en el barro. 

Ya Vauung se lo advierte a su interlocutor terrenal: "Te falta astucia", le dice una y otra vez para que no vuelva a perder tantos días y noches en vano. Muchos años antes ya lo advirtió Descartes: Sólo importan los pensamientos clarificados y aquello que en tu mente están confusos y oscuros solo deben materializarse una vez hecho el trabajo correspondiente. Idea Villariño, alguien del tan lejano mundo de la poesía incluso lo percibe: "A callar, a callarse". 

Sólo debe ser dicho aquello que merece ser dicho. Estamos en un punto tan dramático del pensamiento (esto que llamamos posmodernidad) que lo que parece ser pedido desgarradoramente y a gritos por Vauung (Dios) es que nos callemos. El mandato divino parece ser que nos llamemos al silencio, que nos entreguemos a la meditación y que evitemos los embates el impulso modernista. 

No presiones más, impulso; sabemos lo que estamos haciendo. Hay que irse en retirada de un mundo vertiginoso. Desde el desierto apareció una vez alguien con revolucionarias ideas nuevas, y en el desierto hay no más que quietud.