APUNTES SOBRE EL LENGUAJE DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL
Por más que uno intente con todas sus fuerzas escapar de ese
imán, mientras más se acerca, se da cuenta que no era un inocente imán, sino un
agujero negro que todo lo absorbe. Nos estamos refiriendo al pensamiento griego
antiguo. Cualquier pensamiento que uno tenga va a tener una réplica en algún pasaje
de estas obras cumbres. Whitehead lo intuyó: “La filosofía occidental es una
nota a pie de página de la obra de Platón”. No hace falta hacer una
argumentación muy compleja para corroborar lo correcta que es esa frase. El lenguaje
filosófico al que cualquier intelectual, pensador, crítico puede acceder está
ya encapsulado en estos trabajos del siglo V. No hay mayor limitador del
pensamiento que el lenguaje. Si sigue siendo exactamente el mismo, sólo queda
la reproducción infinita de las mismas ideas, una y otra vez, con leves
mutaciones o variaciones. Pero la base es la misma.
Se pueden rastrear a pensadores que acepten esta
herencia-limitación y la reproduzcan con orgullo; otros llevan a cabo la reproducción
sin siquiera darse cuenta o reflexionar sobre ello, y otros ponen el grito en
el cielo ante esta problemática, y hacen una cantidad mareante y paranoica de
piruetas a través de las palabras para tratar de escapar a toda costa del campo
gravitatorio. Pero, recordemos siempre, es un agujero negro. Desde el inicio
las cartas ya están tiradas en la mesa. Hasta la noción de crítica se encuentra en los antiguos, cuando Aristóteles se rebela
furiosamente contra su maestro Platón. Entonces ¿Qué hacer? Por lo pronto, dejar de pensar a nuestra civilización
occidental y su respectivo pensamiento como algo dinámico, cambiante y con una
tendencia al progreso. Por el contrario, la occidental es una civilización que
lleva ya más de cinco mil años estancada bajo los mismos preceptos, con algún que
otro retoque. Los supuestamente profundos cambios de cosmovisión y de modelos
socio-económicos que nos marcan las diferentes épocas podrían ser considerados
cosméticos; simples modificaciones en las formas de relacionarse tanto
interpersonalmente como con el estado de cosas natural-artificial. Pero las
bases mismas en las que descansan las reflexiones de antiguos, medievales,
modernos y nosotros, los contemporáneos, siguen intactas, impolutas.
El pensamiento crítico a veces peca de gastar una gran
cantidad de energías en intentar revolucionar
las nociones bajo las cuáles se ejerce dicha actividad. Pero por arriba está el
lenguaje; nuestro lenguaje estancado. Entonces, por descuento, la inutilidad de
los intentos. Son misiles con su pólvora totalmente mojada. Por más fuerte que
sean lanzados, o por más vehementes que sean sus lanzadores –Nietzsche-, la
explosión jamás se va a terminar de concretar.
No existe realmente el hacer exégesis de textos filosóficos
ni derivados de la filosofía –ciencias humanas-. Todos los textos son una
cadena infinita de re-lecturas que siempre vuelven al mismo agujero negro, y,
por lo tanto, siempre son actuales. Lo único que varía es la edad de la
reproducción. Todo texto de esta índole siempre parece ser actual. Aquella
persona que lea un texto clásico, va a sentir que está viviendo el día de la
marmota, y es por esta razón.
Un nuevo lenguaje no puede ser construido por una sola
persona. Es una construcción interpersonal y que se a través de las épocas. No
hay nuevo mesías en un apartado tan complejo de la humanidad. Por eso, el
intelectual tiene siempre que volver a visitar a los textos clásicos, antiguos,
originarios. Y allí se cumple el precepto bíblico. Todo lo que respecte a
pensar se encuentra allí, en cada palabra, en cada pasaje, listo para ser re-interpretado
nuevamente. Y de allí siguen las claves para comprender –pero no cambiar radicalmente-
el estado de cosas actual.