jueves, 12 de mayo de 2022

El pensamiento occidental o el día de la marmota.

 

APUNTES SOBRE EL LENGUAJE DEL PENSAMIENTO OCCIDENTAL

 

Por más que uno intente con todas sus fuerzas escapar de ese imán, mientras más se acerca, se da cuenta que no era un inocente imán, sino un agujero negro que todo lo absorbe. Nos estamos refiriendo al pensamiento griego antiguo. Cualquier pensamiento que uno tenga va a tener una réplica en algún pasaje de estas obras cumbres. Whitehead lo intuyó: “La filosofía occidental es una nota a pie de página de la obra de Platón”. No hace falta hacer una argumentación muy compleja para corroborar lo correcta que es esa frase. El lenguaje filosófico al que cualquier intelectual, pensador, crítico puede acceder está ya encapsulado en estos trabajos del siglo V. No hay mayor limitador del pensamiento que el lenguaje. Si sigue siendo exactamente el mismo, sólo queda la reproducción infinita de las mismas ideas, una y otra vez, con leves mutaciones o variaciones. Pero la base es la misma.

Se pueden rastrear a pensadores que acepten esta herencia-limitación y la reproduzcan con orgullo; otros llevan a cabo la reproducción sin siquiera darse cuenta o reflexionar sobre ello, y otros ponen el grito en el cielo ante esta problemática, y hacen una cantidad mareante y paranoica de piruetas a través de las palabras para tratar de escapar a toda costa del campo gravitatorio. Pero, recordemos siempre, es un agujero negro. Desde el inicio las cartas ya están tiradas en la mesa. Hasta la noción de crítica se encuentra en los antiguos, cuando Aristóteles se rebela furiosamente contra su maestro Platón. Entonces ¿Qué hacer? Por lo pronto, dejar de pensar a nuestra civilización occidental y su respectivo pensamiento como algo dinámico, cambiante y con una tendencia al progreso. Por el contrario, la occidental es una civilización que lleva ya más de cinco mil años estancada bajo los mismos preceptos, con algún que otro retoque. Los supuestamente profundos cambios de cosmovisión y de modelos socio-económicos que nos marcan las diferentes épocas podrían ser considerados cosméticos; simples modificaciones en las formas de relacionarse tanto interpersonalmente como con el estado de cosas natural-artificial. Pero las bases mismas en las que descansan las reflexiones de antiguos, medievales, modernos y nosotros, los contemporáneos, siguen intactas, impolutas.

El pensamiento crítico a veces peca de gastar una gran cantidad de energías en intentar revolucionar las nociones bajo las cuáles se ejerce dicha actividad. Pero por arriba está el lenguaje; nuestro lenguaje estancado. Entonces, por descuento, la inutilidad de los intentos. Son misiles con su pólvora totalmente mojada. Por más fuerte que sean lanzados, o por más vehementes que sean sus lanzadores –Nietzsche-, la explosión jamás se va a terminar de concretar.

No existe realmente el hacer exégesis de textos filosóficos ni derivados de la filosofía –ciencias humanas-. Todos los textos son una cadena infinita de re-lecturas que siempre vuelven al mismo agujero negro, y, por lo tanto, siempre son actuales. Lo único que varía es la edad de la reproducción. Todo texto de esta índole siempre parece ser actual. Aquella persona que lea un texto clásico, va a sentir que está viviendo el día de la marmota, y es por esta razón.

Un nuevo lenguaje no puede ser construido por una sola persona. Es una construcción interpersonal y que se a través de las épocas. No hay nuevo mesías en un apartado tan complejo de la humanidad. Por eso, el intelectual tiene siempre que volver a visitar a los textos clásicos, antiguos, originarios. Y allí se cumple el precepto bíblico. Todo lo que respecte a pensar se encuentra allí, en cada palabra, en cada pasaje, listo para ser re-interpretado nuevamente. Y de allí siguen las claves para comprender –pero no cambiar radicalmente- el estado de cosas actual.